EL PÉNDULO LATINOAMERICANO

 


Alvaro Uribe tuvo una semana para festejar. Tras haber salido airoso de la reunión de la UNASUER celebrada en Bariloche, adonde evitó la aprobación de una declaración de condena contra su nuevo acuerdo bilateral de cooperación militar con Estados Unidos impulsada por Hugo Chávez y sus aliados regionales, consiguió que el Congreso le habilitara la convocatoria a un referéndum para posibilitar su “re-reelección“ presidencial. Ante las impugnaciones legales interpuestas por la oposición, resta empero una ratificación de esa decisión por la Corte Constitucional.
Uribe posee actualmente el más elevado nivel de aprobación pública de todos los mandatarios latinoamericanos, incluido el propio Lula. Su imagen positiva gira en torno al 70%. Los sondeos de opinión le auguran una holgada victoria en la posible consulta popular y, consiguientemente, una cómoda ventaja en la próxima contienda presidencial., algo que ya no sucede con Chávez.

En abierto contraste, Manuel Zelaya ve cada vez más menguadas sus expectativas de retornar a la presidencia de Honduras. El fracaso de la reciente misión diplomática de la OEA en Tegucigalpa constituyó un punto de inflexión en ese conflicto. El propio Chávez, principal respaldo internacional de Zelaya, admitió que consideraba “muy difícil” la restitución en el poder de su aliado.

Mientras, comenzó en Honduras la campaña electoral para la elección presidencial que ya había convocado Zelaya para el 29 de noviembre, en la que compiten los candidatos de los dos grandes partidos tradicionales: el Partido Liberal, al que pertenece el mandatario depuesto, y el opositor Partido Nacional. Expirado el mandato constitucional de Zelaya, la discusión acerca de su destitución se convertiría en una cuestión abstracta. Porque una vez elegido un nuevo presidente en Honduras, sólo quedará pendiente es el debate sobre el reconocimiento del nuevo gobierno.

Oficialmente, el Departamento de Estado norteamericano ya manifestó sus serias objeciones en ese sentido. Sin embargo, el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, un Premio Nobel de la Paz a quien Estados Unidos confió en su momento una fracasada instancia de mediación en el conflicto, señaló que la elección democrática de un nuevo mandatario en Honduras podía ser finalmente homologada por la comunidad internacional.

En Washington, la política hemisférica originó en el Capitolio fuertes encontronazos entre demócratas y republicanos. La ratificación parlamentaria de la designación de Arturo Valenzuela como Subsecretario de Asuntos Latinoamericanos sigue frenada en el Senado. Lo mismo sucede con el nombramiento de Thomas Shannon, su antecesor durante el gobierno de George W. Bush, como nuevo embajador norteamericano en Brasil.

La oposición republicana recela de las posiciones presuntamente “blandas” que adjudica a los demócratas en relación al régimen venezolano y sus socios regionales. Y las encuestas indican una sensible disminución de la imagen de Barack Obama en la opinión pública. En materia de política hemisférica, el mandatario norteamericano tiene entonces que guardar un delicado equilibrio entre las presiones de sus partidarios y las prevenciones de sus opositores.

Por ese motivo, en los días previos de la reunión de la UNASUR en Bariloche, la diplomacia estadounidense comunicó a los gobiernos de Brasil y la Argentina, entre otros, su deseo de que de ese cónclave no surgiera ninguna condena contra Uribe, que por la naturaleza del acuerdo militar bilateral que originó la disputa sería por otra parte también una censura a Estados Unidos. Todo esto a pesar de que la “re-reelección” de Uribe no es del agrado de la Casa Blanca.

Lo cierto es que el fortalecimiento de Uribe y el fin de las expectativas retornistas de Zelaya constituyen sendos golpes políticos contra Chávez, cuya estrategia de expansión regional parece haber encontrado un límite. La ofensiva del régimen de Caracas contra los medios de comunicación fue observada por Lula: “yo no haría lo que hizo Chávez con los medios de comunicación”, observó el mandatario brasileño, siempre muy prudente en sus comentarios acerca de sus colegas sudamericanos. Al mismo tiempo, el Senado brasileño aprobó una moción de censura contra el mandatario venezolano por sus ataques a la libertad de prensa.

Estos pronunciamientos tienen sus implicancias. La oposición venezolana afirma que el ataque de Chávez contra la prensa opositora, imitado en Ecuador por el presidente Rafael Correa, que intenta aprobar antes del 24 de octubre una nueva Ley de Medios de Comunicación, constituye una violación a las garantías establecidas en la Carta Democrática de la OEA y exige que el organismo interamericano tome en este punto una actitud tan enérgica como la que adoptó contra la destitución de Zelaya en Honduras.

En este contexto, en 26 países tuvo lugar ayer una jornada internacional de protesta contra el régimen venezolano, impulsada por la misma red de organizaciones no gubernamentales que, a través de Internet, el año pasado promovió una movilización semejante con la consigna de “¡No a las FARC!”. Todo indica que el péndulo latinoamericano vuelve a ganar.
Pascual Albanese , 07/09/2009

 

 

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