VIENTOS DE GUERRA EN AMÉRICA LATINA

 


“Vientos de guerra soplan en América Latina”, señaló Hugo Chávez en la cumbre presidencial del UNASUR realizada en Quito. Las palabras del líder venezolano reflejan el estado de tensión existente en el escenario regional. La ilusión de que el ingreso de Barack Obama en la Casa Blanca inauguraría una etapa de distensión en el hemisferio ha quedado atrás. Los hechos ratifican una obviedad manifiesta, pero a veces olvidada: ningún cambio de administración implica una modificación de las prioridades estratégicas de Washington en América Latina, centradas en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.
Para Estados Unidos, el principal frente de combate en ese campo es el territorio colombiano. El “Plan Colombia” no fue puesto en marcha por Bush sino por Bill Clinton. De allí la extraordinaria importancia atribuida a la alianza con el presidente Alvaro Uribe, cuyos niveles de popularidad, basados en los éxitos alcanzados en el restablecimiento de la seguridad ciudadana en un país desvastado durante décadas por la guerra civil, le han abierto la posibilidad de un tercer mandato constitucional.

La anunciada decisión de intensificar la cooperación militar entre Washington y Bogotá, que motivó una furibunda réplica por parte de Chávez, quien la consideró una amenaza contra la seguridad nacional de Venezuela, es el resultado de la decisión del mandatario ecuatoriano Rafael Correa de cerrar la base aérea de Manta, situada en las proximidades de la frontera con Colombia, un emplazamiento utilizado por los militares norteamericanos para controlar el tráfico de drogas en la región.

La frontera colombiano-ecuatoriana es “tierra de nadie”. Fue allí durante una polémica incursión del Ejército colombiano abatió el año pasado a Raúl Reyes, uno de los máximos dirigentes de las FARC, y permitió secuestrar su computadora personal, cuyo examen aportó algunos datos acerca de los vínculos existentes entre el gobierno de Correa y los guerrilleros colombianos.

Aquella información comprometedora se vio agravada ahora por otros elementos, difundido por la inteligencia militar colombiana y asumidos como ciertos por dirigentes de la oposición ecuatoriana, referidos al aporte financiero del narcotráfico a la reciente campaña electoral de Correa, quien acaba de iniciar su segundo mandato.

El aumento de la presencia militar norteamericana en territorio colombiano (ambas partes se niegan a admitir la existencia de “bases”) tiene varias aristas conflictivas. Colombia no sólo tiene una “frontera caliente” con Ecuador, sino otra con Venezuela. Y el régimen de Chávez ha sido acusado por Uribe de otorgar “zonas liberadas” a las FARC y por las autoridades estadounidenses de complicidad con el narcotráfico.

Pero existe un problema adicional: Colombia también limita con Brasil, más específicamente con la Amazonia. Y entre las prioridades estratégicas de la política exterior brasileña figura la defensa a ultranza de su soberanía sobre el territorio amazónico. Esa es la razón por la que Lula criticó también, aunque con un tono bastante más moderado que Chávez y Correa, el acuerdo entre Colombia y Estados Unidos.

Este litigio exhibe una singularidad. Estados Unidos reconoce a Brasil como su principal aliado en América del Sur. Más aún, tiende a delegar en Brasilia la supervisión del equilibrio regional. En contrapartida, Brasil no interfiere con Estados Unidos en Centroamérica ni en el Caribe. Sin embargo, Colombia constituye una excepción a esa regla no escrita, por sus implicancias en la seguridad nacional norteamericana. En su reciente entrevista con Uribe, Lula reconoció el derecho de Colombia de implementar sus políticas de seguridad interior, pero aclaró que en esta cuestión demanda un diálogo directo entre Obama y América del Sur, eufemismo diplomático para no decir un entendimiento con Brasil.

Las conclusiones de la reunión de la UNASUR en Quito defraudaron las expectativas de Chávez y Correa. Quejas y recelos aparte, el cónclave finalizó sin cuestionar este nuevo acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos. Quedó abierta la instancia de su análisis en una próxima reunión presidencial en Bariloche el 28 de agosto, pero ya será tarde: el polémico acuerdo quedará definitivamente sellado este fin de semana. Y Uribe considera que si sus colegas sudamericanos pretenden examinar su acuerdo con Estados Unidos, lo mismo correspondería hacer, por ejemplo, con los vínculos militares de Venezuela con Irán y las FARC.

El saldo de la reunión de la UNASUR revela que Honduras fue un punto de inflexión en el escenario latinoamericano. Independientemente de lo que representa como delicado precedente institucional, la destitución del presidente Manuel Zelaya fue una derrota para Chávez, también debilitado en su frente interno.

Si algo faltaba para comprobar ese declive de Chávez, el gobierno paraguayo acaba de retirar del Senado la consideración del ingreso de Venezuela al MERCOSUR, que estaba a punto de ser rechazada por la Cámara Alta, con mayoría opositora. En términos prácticos, esa decisión implica impedir el ingreso venezolano en el bloque regional.

Publicado en El Tribunop de4 Salta el sábado 15 de agosto de 2009
Pascual Albanese , 29/08/2009

 

 

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