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Treinta años de reformas en China |
La crisis financiera internacional adelanta el papel mundial de China, convertida en la última valla que impide que la contracción del G-7 se transforme en depresión global.
El “soft power” chino surgirá cada vez más, no de su potencia económica, sino de la democratización de su sistema político, la libertad de información y el respeto a las libertades individuales
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La profundización de la crisis financiera internacional y la caída de la totalidad de los países avanzados en la recesión (Estados Unidos, Unión Europea y Japón) adelantan el papel mundial de China, convertida en la última valla que impide que la contracción del G-7 se transforme en depresión global.
El nuevo papel mundial de China se reveló en la Cumbre del G-20 realizada en Washington (15/11/08), en la que el presidente Hu Jintao asistió al Foro, ubicado a la derecha del mandatario estadounidense George W. Bush.
El FMI estima que el PBI chino crecerá 9% en 2008 o quizás más. La razón es que, si bien en los primeros seis meses del año China ha crecido 9.9%, dos puntos menos que el año anterior, en el tercer trimestre –coincidente con la crisis mundial– se ha producido una fuerte desaceleración, con caídas en la construcción, demanda de acero, consumo de electricidad, venta de automotores y viajes aéreos. Lo decisivo es que en los primeros seis meses del año, el PBI industrial creció sólo 8.2%, la mitad que en 2007, y el menor nivel en siete años.
El Fondo prevé que la economía mundial crecerá sólo 2.2% en 2009, arrastrada por la recesión del mundo avanzado; también que China tendrá un auge de 8.5% en ese período.
El año pasado, China fue el motor que impulsó 27% del crecimiento de la economía mundial (EE.UU, 19%). En 2009 sería responsable de más del 50% de la expansión internacional.
Se preveía que China alcanzaría el PBI de EE.UU en 2040. La crisis adelantó la tendencia, y en relación al crecimiento de la economía mundial, China ya es –2008/2009– la principal potencia internacional.
Los liderazgos internacionales surgen de los acontecimientos y son construidos por la necesidad. Ésta impone hoy a China un papel mundial decisivo.
Su nuevo papel mundial, al lado de EE.UU, le exige desarrollar, ya no los aspectos del poder duro –“hard power”– del crecimiento económico y del comercio internacional, que han sido su marca registrada a lo largo de los treinta años de reformas y apertura que se cumplen este mes, sino los del poder blando –“soft power”– que surgen de la democratización de su sistema político, la libertad de información y el respeto a las libertades individuales.
En los próximos dos años, China abrirá más de 100 nuevos institutos “Confucio” en el mundo entero, como centros de enseñanza de su cultura y lengua. Tras la reunión del G-20 en Washington, es probable que los institutos enseñen, sobre todo en los países avanzados –y en primer lugar en EE.UU– el contenido de las reformas democráticas y la apertura del sistema político. Esto en la triple dimensión del sistema de elección de autoridades, el fortalecimiento de la legalidad (“rule of law”) y la supervisión y escrutinio de la acción gubernamental por la opinión pública y los medios de comunicación nacionales y extranjeros.
La difusión y el análisis crítico de la apertura democrática constituirá así, cada vez más, el núcleo central del mensaje de China al mundo.
Son más de 130.000 los estudiantes extranjeros provenientes de 178 países que estudian en China, de los cuales más de 20.000 pertenecen a EE.UU. Los usuarios de Internet superan los 200 millones, y el acceso a la red crece 30%/40% por año. En términos de comunicación interactiva, China ya es una sociedad avanzada; y por eso resulta cada vez más contradictoria la falta de libertad de información, en una red cuya naturaleza y lógica interna es la de la libertad más irrestricta.
Deng Xiaoping, el líder que hace treinta años lanzó el proceso de reformas, apertura y vuelco al capitalismo definió la esencia del “socialismo con características chinas” como “la liberalización y el desarrollo de la productividad y, mientras tanto, eliminar la explotación y evitar cuidadosamente la polarización social y política, para lograr, finalmente, una prosperidad generalizada”.
La causa del crecimiento chino durante estos treinta años –9.6% anual promedio desde 1978 en adelante, lo que significa que su economía es trece veces mayor que la de entonces y que el PBI per cápita se duplica cada ocho años– es directamente atribuible a la política de reformas, apertura y vuelco al capitalismo, que ha liberado sistemáticamente la productividad.
Durante treinta años, la productividad de la totalidad de los factores (PTF/capital, trabajo e innovación), que era nula o negativa antes de 1978, ha aumentado 3.8% anual promedio, una de las tres más elevadas de la historia del capitalismo.
Hasta 1991, la contribución al crecimiento chino de la PTF era 40.4%, inferior a la acumulación de capital (AK). Pero a partir de entonces, cuando la prioridad estratégica es la atracción en gran escala de la inversión de las empresas transnacionales (IED), la PTF supera el 56%, mientras que la acumulación de capital (tasa de inversión + boom exportador) cae al 33%.
Es el camino de las reformas y de la creación de instituciones capitalistas el que arrastra el crecimiento chino, antes que la tasa de inversión más elevada del mundo (47% del PBI).
Ahora las reformas en China, tras el piso de estos treinta años iniciales entran en la etapa más compleja y decisiva, que es la creación de “instituciones cargadas de contratos y garantías”, en los términos de Mancur Olson; y que son características del capitalismo avanzado, con su fragmentación extrema del trabajo y su estructura contractual volcada al futuro, fundada en la confianza más completa y sutil. Estas instituciones del capitalismo situado en la frontera del sistema son las compañías de seguros, los mercados de futuro, los bancos y, en general, el mercado de capitales.
China ingresó en la fase de las reformas donde las instituciones que se crean son “derecho-intensivas”, con una multiplicidad de obligaciones que deben ser garantizados por un Estado que observe el “rule of law”, para fomentar la confianza de los inversores, último sustento del sistema.
En los próximos quince años, China se convertirá en un solo mercado nacional profundamente globalizado, sustentado en una red extraordinariamente densa de autopistas, ferrocarriles y rutas aéreas. Más de la mitad del paquete de estímulo de U$S 586 mil millones lanzado hace dos semanas se destinará a la construcción de la infraestructura nacional. En los últimos diez años se construyeron 50.000 km de autopistas; en 2020 serán 88.000 km, 10.000 más que EE.UU.
Son treinta años de reformas en China, y lo más importante está por venir.
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Jorge Castro , 25/11/2008 |
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