La crisis financiera cambió de naturaleza en EE.UU

 


A partir de septiembre, cesó virtualmente el consumo individual de los estadounidenses. Gigantesca acumulación de liquidez, escenario deflacionario e índices estructurales intactos (P).
La crisis financiera desatada en Estados Unidos, transformada en global, que ha sumergido en la recesión a la economía norteamericana, europea y japonesa (50% del PBI mundial/PPP) ha vuelto –por tercera vez– a cambiar de naturaleza.

Comenzó (agosto de 2007) provocada por el colapso de los valores inmobiliarios y la industria de la construcción, especialmente en el sector subprime del mercado hipotecario.

Este sector es 10% del mercado hipotecario estadounidense, que a su vez es 40% del PBI (U$S 5.4 trillones). Las hipotecas subprime en default son 10% de ese mercado, aunque aumentaron 20% mensual en los últimos tres meses. El default del 10% del sector subprime, que es el 10% del mercado hipotecario norteamericano, el que ha desatado la mayor crisis del sistema financiero internacional desde la década del 30.

El canal de la crisis fue la securitización de las subprime, que fraccionó su riesgo y diseminó sus múltiples fragmentos en la totalidad del sistema mundial, a través de instrumentos financieros (derivativos) en los que la distancia entre rendimientos y colaterales adquiere una dimensión que se acerca al infinitivo.

El 18 de septiembre la crisis financiera mutó. Irrumpió lo que Ben S. Bernanke denomina colapso del “capital informacional” (Bernanke, Ben S., “Non-monetary Effects of the Financial Crisis in the Propagation of the Great Depression”, Working Paper Nº 1054, NBER, 1983).

Es lo que ocurre cuando desaparece el conocimiento acumulado que permite a las entidades financieras prestarle a un cliente, según sea confiable o no; o lo que es igual, de acuerdo a la percepción que tengan sobre su verdadero estado de solvencia. Si ese conocimiento desaparece, la incertidumbre se desata y el crédito se paraliza.

Es lo que sucedió el 18 de septiembre con la quiebra de Lehman Brothers –cuarta banca de inversión del mundo– y la nacionalización de AIG, la mayor empresa aseguradora mundial.

Allí cesó el flujo crediticio interbancario y desapareció virtualmente el crédito al consumo. También comenzó la recesión estadounidense (tercera y cuarta semana de septiembre)

Las ventas de automotores cayeron 43% desde el 21/9; en el tercer trimestre disminuyeron 32%. A partir de la última semana de septiembre la utilización de las tarjetas de crédito se redujo 40%.

“Los mercados de tarjetas de crédito, préstamos para automotores y créditos para estudios universitarios, a todos los efectos prácticos, se han paralizado”, dijo Henry Paulson, secretario del Tesoro (13/11). En términos estrictos, no metafóricos, cesó el consumo en EE.UU a partir del 18 de septiembre.

El resultado de esta crisis de confianza de los consumidores es una gigantesca acumulación de liquidez y el surgimiento de una situación deflacionaria (destrucción de precios).

Desde la década del 50 hasta finales de los 80, los consumidores norteamericanos gastaron en promedio 91% de sus ingresos, y ahorraron el resto. En los últimos quince años han gastado 99%, y ahorrado 1%. A partir de septiembre, gastan 60% y ahorran 40%.

Esta retracción ha sumergido a EE.UU en la recesión y lo impulsa a una etapa de destrucción deflacionaria de precios. Lo ocurrido en el mercado inmobiliario se extiende al conjunto del sistema económico.

Técnicamente, las “trampas de liquidez” crean situaciones deflacionarias. En EE.UU es al revés. La visión de un escenario deflacionario crea una “trampa de liquidez”. La crisis de liquidez es del sistema financiero, no de los agentes económicos. Las empresas norteamericanas tuvieron en 2007 y primeros seis meses de 2008 el mayor nivel de rentabilidad de las últimas siete décadas.

La cuestión es cuándo los estadounidenses perciben que el precio de los bienes, encabezados por las viviendas, ha dejado de caer; y entonces, sobre la base de su excepcional acumulación de liquidez, vuelven a gastar.

Como es un tema de percepciones, el efecto puede ser el mismo, aunque de carácter inverso, si los combustibles dejan de aumentar, lo que ha ocurrido en las últimas tres semanas. La misma condición benéfica podría tener el triunfo y asunción (20/01/09) del nuevo presidente, Barack Obama.

Si el cese del consumo se consolida y se refuerza la “trampa de liquidez”, lo probable es que el escenario deflacionario se transforme en deflación efectiva. En tanto, los indicadores estructurales de la economía norteamericana están intactos; ante todo el incremento de la productividad (P), que aumentó 3.3% en los primeros seis meses de 2008, por encima del producto.

Luego, la contribución neta de las exportaciones al crecimiento del producto, que es superior en 2008 al aumento del PBI: Exportaciones Netas (1.5%); PBI (0.9%); Demanda doméstica (-0.6%), según el Bureau of Economic Research (BEA) y Thomson Datastream.

Si estas son las condiciones de la crisis norteamericana –acumulación de liquidez e índices estructurales intactos– la recesión que comenzó en septiembre promete ser tan honda como aguda en su recuperación.

Publicado en EL CRONISTA el 1/11/08
Jorge Castro , 01/11/2008

 

 

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