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Nueve misiles en el Golfo Pérsico Irán, debilitado, se defiende |
La República Islámica de Irán probó esta semana nueve misiles de mediana y larga dis-tancia en el Golfo Pérsico, que incluyó el lanzamiento del Shahab-3, con un alcance de 2.000 km, dos veces la distancia que separa su frontera oeste del territorio israelí |
Varios fueron los misiles con “capacidades especiales”, aptos para impactar en algunos de los navíos norteamericanos que patrullan el Golfo y brindan seguridad al estrecho de Ormuz, uno de las vías más estratégicas del mundo, por donde pasa el 40% del petróleo mundial.
El ensayo se produjo durante las maniobras que la Guardia Revolucionaria –agrupación de élite de la República Islámica– realizó sobre el Golfo Pérsico; Alí Shirazi –jefe de la Guardia y representante del líder supremo de la Revolución, Alí Khamenei– señaló allí que “Israel será quemado hasta sus raíces si se atreve a atacar las instalaciones nucleares iraníes”.
El ministro de Defensa de Teherán, Mostafá Mohammed Najjar, agregó que “los misiles probados por los guardias de la Revolución tienen un objetivo puramente defensivo (…) No serán utilizados para amenazar a ningún país y su única finalidad es repeler a aquellos que intenten atacarnos”.
En la primera semana de junio, más de cien cazabombarderos F-16 y F-15 de la Fuerza Aérea israelí realizaron maniobras en Grecia y el Mediterráneo oriental. El ejercicio incluyó más de 100 helicópteros, de los utilizados para rescatar tripulaciones derribadas.
La flota de helicópteros, y los aviones-tanques de aprovisionamiento, volaron más de 900 millas y retornaron a sus bases en territorio israelí sin sufrir, al parecer, bajas ni inconvenientes mecánicos. La distancia (1.440 km.) es la misma que existe entre Israel y la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz (oeste de Irán).
“Israel es el paí###ás fuerte de la región y en el pasado ha demostrado que no tiene mie-do de actuar cuando sus intereses vitales corren peligro”, afirmó el ministro de Defensa, Ehud Barak.
La capacidad de acción preventiva de Israel no es una metáfora: un escuadrón de ocho F-16 y seis F-15 de su fuerza aérea, con 16 bombas de una tonelada, volaron 1.100 km. el 7 de junio de 1981, atravesaron los cielos de Jordania y Arabia Saudita, y destruyeron las instalaciones nucleares de Osirak, 18 km. al sudeste de Bagdad.
El análisis estratégico sólo accesoriamente fija su atención en los aspectos militares, y procura ante todo establecer la relación de fuerzas existente en un espacio determinado. El espacio no es ni el Golfo Pérsico ni el estrecho de Ormuz, sino Medio Oriente; y en esta región –hoy– el país crucial no es ni Irán ni Israel, sino Irak.
La República Islámica ha sufrido un severo golpe político-estratégico en Irak por prime-ra vez desde 2003. El premier Nuri al-Maliki ordenó al ejército iraquí confrontar a la milicia chiíta de Moqtada al-Sadr –unida en términos políticos, logísticos y financieros con Teherán– y aplastarla sobre el terreno. Fueron tomados más de 1.500 prisioneros, ocupadas las ciudades de Basora y Sadr, y miles de armas acabaron en manos del ejército de Bagdad.
La violencia sectaria en Irak ha cesado en lo fundamental; y las milicias chiítas y sunnitas ya no se atacan recíprocamente. La situación estratégica y de seguridad iraquí pare-ce, en lo esencial, haberse revertido. El gobierno de al-Maliki se consolida y la primera, –y más importante– manifestación de esta consolidación es la reaparición del ejército iraquí.
La disolución del ejército iraquí en 2003 después de la caída de Saddam Husssein –resuelta por las fuerzas de intervención norteamericanas– fue una victoria estratégica para el régimen de Teherán. Ese ejército, con un número cuatro veces inferior a las fuerzas iraníes, estuvo varias veces a punto de derrotar a la República Islámica en la Primera Guerra del Golfo (Irak vs. Irán, 1980-88). Hoy el ejército iraquí ha vuelto, for-mado, entrenado y aliado a las fuerzas estadounidenses que conduce el general David H. Petraeus.
El desbande del ejército iraquí y la “desbaathificación” –desarticulación del partido Baath de Saddam Hussein– resueltas por EE.UU en 2003 como parte de su estrategia de cambio de régimen (“regime change”), terminaron con uno y otro; pero en el camino arrastraron hacia la desintegración a los escasos elementos estatales existentes en Irak. Cambió el régimen, pero se desintegró el Estado.
EE.UU no sólo ha logrado revertir la situación en Irak, sino que impulsa ahora una estrategia multilateral de negociación diplomática con Teherán, semejante a la desplegada exitosamente con Corea del Norte.
La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, ha señalado que el régimen islámico de Teherán será respetado e, incluso incorporado activamente a la comunidad internacional, en la medida en que acepte la supervisión de su programa de desarrollo nuclear. No hay más “eje del mal”.
“La Casa Blanca persigue una cuidadosa estrategia multilateral –similar a la utilizada con Corea del Norte– para resolver la confrontación internacional sobre las actividades nucleares iraníes”, afirmó The New York Times hace 10 días.
Pero Israel no deja en manos de nadie, ni siquiera de EE.UU, la defensa de sus intereses vitales de seguridad. Israel como Estado, y la empresa sionista como proyecto histórico, surgieron de una comprobación descarnada –más allá de la desesperación– de que su sobrevivencia no depende de las buenas intenciones ni de los buenos sentimientos, sino exclusivamente de su capacidad de acción.
La prueba de los nueve misiles iraníes tiene un carácter esencialmente defensivo. Teherán advierte con lucidez que la relación de fuerzas se torna desfavorable en la región. No en el estrecho de Ormuz, ni en Israel, sino en el eje estratégico de Medio Oriente: Irak.
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Jorge Castro , 13/07/2008 |
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