El Proyecto Bolivariano ya estaba perdido el día mismo en que Chávez convocó a estas votaciones: todo el mundo sabía que iban a resultar parejas y uno no puede ni soñar en introducir cambios de semejante importancia si no cuenta con mayorías abrumadoras. |
Cuando el fin de la Guerra Fría descongeló la vida política de todo el planeta, América Latina resultó inmediatamente sacudida por una crisis terminal de sus sistemas de partidos, como expresión del fracaso histórico de sus clases políticas para conducir a sus países, al mismo tiempo, a la modernidad y la justicia.
Los vacíos que produjo ese fenómeno alentaron la aparición de nuevos liderazgos personales –ya casi no partidarios- en los que la gente depositó sus renovadas esperanzas. Afuera, según se viera, la globalización sonaba como una enorme oportunidad o como la más moderna reencarnación de todos los males.
El referendo del domingo encontró a América del Sur claramente dividida en dos tipos de conducciones. Una, la de Cardoso, Lula, Lagos, Sanguinetti, Vázquez, Uribe, Alan García, Alfonsín o Menem. Otra, la de Fidel Castro, Evo Morales, Ollanta Humala, Correa o Noriega. Los primeros procuran consolidar a la constitución y las instituciones republicanas, mejoras sociales estructurales y un desarrollo muy conectado con el mundo. Los segundos, producen distribucionismos paternalistas, reforman la constitución y las instituciones en procura de aumentar su poder personal, a veces hasta el paroxismo, persiguen el continuismo en el poder y se distancian con medio mundo, especialmente de sus vecinos, generando un aislamiento funcional a su entero proyecto personal.
Este contraste no representa necesariamente el fin de Chávez. Sí representa el final de un período de jacobinismo caribeño protosocialista que procuraba cambios tan radicales que la opinión pública venezolana, que en otros temas lo apoyaba masivamente, le aplicó un parate sonoro como la cachetada de Gilda: comparado con la última elección, perdió el 11% de los votos.
A partir del domingo ya se sabe que por lo menos la mitad de los venezolanos no quieren al país que les proponía Chávez ¿Querrán, en cambio, al otro modelo, el de Lula, Lagos o Sanguinetti? Y si así fuera ¿Estará Chávez en condiciones o en voluntad para pilotear semejante giro? Le quedan cinco años de mandato. Nadie puede afirmar hoy hacia dónde rumbeará, pero después del domingo lo único cierto es que ya no puede continuar con la zarzuela bolivariana original: esas naves están quemadas. El 14 de Diciembre, Evo Morales puede afrontar el mismo panorama.
Los personajes a observar son el general Raúl Baduel y los nuevos líderes surgidos de esta contienda electoral, muchos provenientes de las universidades y la prensa, varios de ellos militantes originarios del chavismo. Nadie imagina que sobrevendrá el regreso de los políticos tradicionales hoy desacreditados. Como toda América Latina, Venezuela necesita rechazar a los delirantes tanto como encontrar una clase política nueva que en muchas latitudes todavía está en veremos. Es hora de definiciones en todo el continente. En Argentina, por ejemplo, acaban de confirmar al Canciller.
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Andrés Cisneros , 11/12/2007 |
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