Hacia una nueva coalición de poder.

 

Es necesario un acuerdo estratégico entre la Argentina y Washington, con una nueva base política que incluya las demandas de la gente, los factores de poder económico vinculados a la inserción internacional y un gran eje político transversal, con centro de gravedad en el peronismo.
La confianza es a la política y a la economía lo que el oxígeno a la naturaleza. No es un elemento más, es la condición para la existencia.

El estado de las conversaciones entabladas entre el gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional refleja la evidente falta de confianza internacional en la capacidad del actual sistema político para realizar las reformas estructurales indispensables para salir de la crisis.

Para aventar las sempiternas hipótesis conspirativas, conviene señalar que esa ausencia de confianza no es sólo externa. Exactamente lo mismo ocurre con la opinión pública argentina, que también descree agudamente del actual sistema político y clama a gritos por su renovación.

La cuestión no reside en el respaldo institucional. El actual gobierno, surgido de una Asamblea Legislativa, cuenta con el apoyo de una amplia coalición, encabezada por las dos estructuras partidarias más importantes de la Argentina, que son las del peronismo y el radicalismo bonaerenses, lideradas por Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín.

En un sentido estrictamente formal, esa coalición, que a través de Aníbal Ibarra incluye también al Frepaso y de una manera indirecta a Elisa Carrió, abarca a la casi totalidad del arco político del país. La mayoría de la dirigencia peronista del interior la acompaña, al menos hasta ahora, desde el silencio, más por solidaridad partidaria que por convicción política.

Podría decirse que las dos únicas excepciones significativas a este consenso interpartidario están encarnadas por Carlos Menem y por Ricardo López Murphy. Ambos intentan encarnar una alternativa política acorde con el hecho estructural de la globalización y orientada hacia el restablecimiento de la alianza estratégica con los Estados Unidos y la reinserción de la Argentina en el escenario internacional.

El problema es que esa enorme desconfianza interna y externa en el actual sistema político le quita a ese respaldo institucional relevancia en términos de poder efectivo. Estamos ante una coalición institucionalmente fuerte y políticamente débil, que suele ponerse de acuerdo en hacer aquello que no puede realizar.

Mientras, las dudas de la comunidad internacional y el incesante estado de movilización de la opinión pública acentúan el aislamiento y la impotencia del sistema político. La consecuencia inevitable es el agravamiento de la crisis, que se exhibe en la profundización de la depresión económica, la brutal caída de la recaudación fiscal y el fuerte incremento de la desocupación.

En este contexto, la única estrategia viable para superar esta situación es la construcción de un nuevo sistema de poder, capaz de reconstruir la confianza nacional e internacional.

En las presentes circunstancias esa recreación de la confianza en el presente y el futuro del país es un objetivo de cumplimiento ilusorio sin un previo acuerdo estratégico, esto es no sólo económico sino de carácter integral, entre la Argentina y la administración republicana de Washington.

En las actuales condiciones, esa nueva coalición política y social sólo puede basarse en la convergencia de tres factores fundamentales:


- Las demandas de la opinión pública, que están principalmente centradas en dos puntos: el reclamo acerca de la inmediata salida del "corralito financiero", que en la práctica constituye una virtual exigencia de dolarización, y la búsqueda de una profunda reformulación del actual sistema de instituciones públicas de la Argentina, fundada en la profundización de la democracia, cuya respuesta requiere avanzar en la reforma constitucional, la descentralización política y la regionalización.

- El apoyo activo de los factores de poder económico, nacionales y transnacionales, vinculados con la inserción internacional de la Argentina, hoy carentes de representación en el sistema político, a pesar de que, en razón de su envergadura, son mucho más importantes y significativos para el país que el sistema de intereses corporativos asociado al atraso tecnológico y al aislamiento externo.

- El surgimiento de un nuevo y gran eje político transversal, cuyo centro de gravedad sólo puede situarse hoy desde el peronismo, que sea capaz de expresar institucionalmente a esta nueva coalición de poder y convertirla en una alternativa concreta de gobierno.

La necesidad de poner en marcha la iniciativa está a la vista. Las fuerzas sociales para emprenderla están disponibles. Hacen falta la lucidez, el coraje y la voluntad política necesarios para asumir el desafío.
Jorge Castro , 18/02/2002

 

 

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