La flotación y las reacciones.

 

Los precios se mueven hacia arriba, siguiendo al dólar, a pesar de la recesión que se muestra en cierres de comercios y despidos. El viaje a los Estados Unidos de Jorge Remes Lenicov no fue precedido por augurios brillantes.
La apertura del mercado cambiario con flotación controlada, el lunes 10 de febrero, mantenía al gobierno con el corazón en la boca. El vocero oficial, Eduardo Amadeo, advirtió con insistencia que la Casa Rosada tiene "espaldas grandes" para aguantar una demanda fuerte de dólares. Eduardo Duhalde aseguró el sábado en Merlo que quienes apuesten a la divisa estadounidense "van a perder" y el domingo rezó en la basílica de Luján.

Hasta el fin de la primera semana de febrero la economía se encontraba virtualmente paralizada por la ausencia de precios, determinada por la incertidumbre sobre la cotización que el mercado asignaría al dólar, punto de referencia fundamental. Las dudas, en cualquier caso, tomaban en cuenta un hecho irrefutable: en un mes el peso perdió la mitad de su valor bajo la convertibilidad y el mercado traspasó sin dificultad la cotización oficial del dólar (1,40), que el gobierno pretendió establecer con su devaluación. Los precios de los productos comenzaron a moverse hacia arriba, pese a la inactividad, orientados en primera instancia por el alza de la divisa antes que por la recesión. Ésta, sin embargo, se hace notar en el cierre de comercios y en las licencias y despidos con que las empresas hacen frente al parate.

El viaje de Jorge Remes Lenicov a Washington, donde afrontó el examen del Fondo Monetario Internacional, no estuvo precedido por augurios brillantes, y el propio gobierno procuró devaluar las expectativas, pese a los esfuerzos diplomáticos desplegados previamente. Aunque después de los anuncios del ministro del domingo 3 hubo palabras de estímulo de Horst Koehler ("un paso en el rumbo correcto"), el programa del gobierno no conquistó precisamente adhesiones en el exterior. Paul O'Neill, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, reiteró en el Congreso de ese país que Argentina debe presentar un plan sustentable. Su segundo, el señor Taylor, sugirió que él, personalmente, se hubiera inclinado por la dolarización. Steve Hanke afirmó que "lo sucedido en Argentina es el mayor robo bancario de la Historia, por 17.800 millones de dólares". Kurt Schuler, miembro del Comité Económico Conjunto de ambas cámaras del Congreso norteamericano, rechazó la posibilidad de nuevos créditos a la Argentina con estas palabras: "Sería como dar dinero a los bolcheviques después de la Revolución de Octubre". Un editorial del "National Post", bajo el título "Díganle no a la Argentina", argumenta así la negativa: "Allí confiscaron miles de millones de dólares, devaluaron la moneda local, el peso, congelaron cuentas bancarias, pisotearon el derecho de propiedad. Los activos de inversores extranjeros, para no mencionar los de los propios argentinos, han sido esencialmente nacionalizados". El afamado académico Rudiger Dornbusch, por su parte, célebre por haber pronosticado las crisis de México y de los llamados tigres asiáticos, diagnosticó que Argentina "no va a ser un país feliz", que "la devaluación ha sido una medida relativamente inútil" para salir de la crisis y que "los sueldos y salarios se reducirán a un tercio de su nivel actual". Dictaminó, finalmente, que "en cierto modo, el hecho de que Duhalde rechace la orden de la Corte Suprema de liberar los depósitos bancarios equivale, virtualmente, a un golpe de estado".

Esta fue la atmósfera que rodeó el encuentro de Jorge Remes Lenicov con los directivos del Fondo Monetario Internacional durante esta semana.
Jorge Raventos , 14/02/2002

 

 

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