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Estados Unidos en operaciones. |
Los objetivos de los Estados Unidos en América Latina apuntan a la seguridad de la región y a la integración económica continental. Es ilusorio que la Argentina espere su apoyo frente a la crisis sin alinearse nítidamente en estas dos dimensiones. |
La muy difícil negociación iniciada entre el gobierno argentino y la administración norteamericana, alrededor de la posible asistencia financiera internacional para salir de la crisis, no puede entenderse como un diálogo envasado al vacío, capaz de desenvolverse al margen de la política de la Casa Blanca en relación a América Latina. Muy por el contrario, está situada en un contexto hemisférico que conviene comprender en profundidad, para actuar en consecuencia, en defensa siempre del legítimo interés nacional.
Después de su avasallante éxito militar y político en Afganistán, Estados Unidos ha fortalecido su protagonismo internacional. George W. Bush cuenta en la actualidad con uno de los índices de aprobación más elevados toda la historia de los presidentes norteamericanos. El Partido Demócrata ha resuelto reservar su disenso al frente doméstico y acompañar sin fisuras la política exterior de la Casa Blanca.
En consecuencia, Washington se ha puesto nuevamente en operaciones. Esta decisión no está circunscripta a Irak, Irán y Corea del Norte. No se limitada a una región determinada del planeta. Abarca a todo el escenario global. América Latina no constituye una excepción. Para el Departamento de Estado, constituye ahora una zona sensible, que exige acción inmediata.
La política norteamericana, definida por el propio Bush semanas atrás en su visita a la sede de la Organización de Estados Americanos, tiene dos ejes estratégicos claramente definidos. El primero, absolutamente prioritario, es la seguridad hemisférica, identificada con la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. El segundo en orden de importancia es la integración económica del continente.
En materia de seguridad hemisférica, Cuba no es ya el tema dominante. Fidel Castro ha demostrado en los hechos su voluntad de no interferir con Washington en las cuestiones vinculadas con el terrorismo y el narcotráfico. Los terroristas de Al Quaeda capturados en Afganistán están prisioneros en la base de Guantánamo. Esto no implica que estemos ni remotamente en vísperas de un descongelamiento en las relaciones entre Washington y La Habana. Es, nada más y nada menos, una cuestión de énfasis.
Los dos escenarios relevantes en el terreno de la seguridad continental se han desplazado entonces hacia Colombia y Venezuela. El gobierno de George W. Bush acaba de definir que su enemigo en Colombia no es solamente el narcotráfico, sino también la guerrilla. De allí que el "plan Colombia " se haya extendido expresamente a la ayuda militar directa al Ejército colombiano en su combate contra las FARC y demás grupos guerrilleros. Hay indicios de una ofensiva militar en ciernes.
En Venezuela, la notoria escalada desatada por la oposición al régimen de Chávez, reflejada hoy en la virtual fractura de las Fuerzas Armadas, cuenta con el indisimulado beneplácito norteamericano. Empieza allí una cuenta regresiva, con un final previsible y anunciado.
En el aspecto económico, la decisión norteamericana es no supeditar el ritmo de la conformación del ALCA al progreso de las negociaciones multilaterales, sino acortar los plazos previstos a través del establecimiento de una red de acuerdos de asociación económica. De allí el esfuerzo colocado en la concreción de acuerdos directos de orden regional o bilateral, mediante la profundización del camino iniciado en 1994 con la asociación con Canadá y México a través de la creación del NAFTA.
En este contexto, avanza la concertación de un tratado regional de libre comercio entre Estados Unidos y los países de América Central. A partir de allí, habrá una fuerte aceleración del ritmo del actual proceso de dolarización en todos los países centroamericanos, ya en vías de concreción en El Salvador, Guatemala y Honduras. En la práctica, Centroamérica quedará integrada a la economía del NAFTA.
En América del Sur, este año también quedará cerrado el acuerdo bilateral de libre comercio con Chile, que será el primero de este tipo en el hemisferio americano. El próximo paso sería la apertura de conversaciones con Uruguay, cuyo gobierno no oculta ya su franca predisposición en ese sentido, más allá o más acá de la fórmula del "cuatro más uno".
Las dos incógnitas significativas que quedan por dilucidar son precisamente los principales socios del MerCoSur: Brasil y la Argentina. En el caso particular de Brasil, que por su dimensión amerita siempre un tratamiento especial por parte de la diplomacia norteamericana, la definición quedará pospuesta hasta después de las elecciones presidenciales de octubre próximo. Hasta entonces, Estados Unidos optará por el "wait and see".
La Argentina, en cambio, está forzada a establecer rápidamente y con toda precisión qué es lo que quiere en esta redefinición de sus vínculos con Washington. Con una aclaración: en las actuales circunstancias, es ilusorio esperar un respaldo efectivo de los Estados Unidos sin un nítido alineamiento estratégico de la Argentina, en la doble dimensión de la integración económica y de la seguridad hemisférica. |
Pascual Albanese , 14/02/2002 |
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