Conflicto con China
Un grave error estratégico.

 


El mayor desafío que afrontan hoy los Estados es la capacidad de prever, que es la cualidad que permite adelantarse al curso de los acontecimientos. Prever no es conocer antes el futuro, que por definición es algo que no existe todavía. Prever es, nada más y nada menos, “ver antes que los demás”. Pero si no se trata de adivinar el futuro, qué es lo que se puede ver?. Las tendencias dominantes de una época determinada, que ya actúan sobre el presente y, de esa forma, comienzan a moldear el porvenir.
El conflicto suscitado con la República Popular China a raíz de la decisión oficial de limitar la importación de una serie de productos provenientes de ese país y de otros del Sudeste asiático hace que esta apreciación adquiera hoy más vigencia que nunca. La prioridad estratégica de la Argentina es su reinserción en el escenario internacional. Y, en ese sentido, no hay mayor error estratégico que desconocer el significado de China en la actual fase de la globalización de la economía mundial.

En términos de su producto bruto interno, China acaba de desplazar a Alemania y es ya la tercera potencia económica mundial, después de Estados Unidos y Japón. Todas las estimaciones indican que, aún disminuyendo a la mitad su actual ritmo de crecimiento, China será en 2040, en términos cuantitativos, la primera economía del mundo.

Pero en los últimos cinco años lo más importante del fenómeno chino no es su ritmo de crecimiento. Al fin de cuentas, China aumenta su producto bruto interno a un promedio del 9% anual acumulativo desde hace más de un cuarto de siglo. Tampoco el hecho de que, junto a Estados Unidos, haya consolidado su condición de principal fuente de atracción de la inversión extranjera directa de las corporaciones transnacionales. Lo que resulta ahora más significativo es que, desde la oficialización de su ingreso a la Organización Mundial de Comercio (OMC), en noviembre de 2001, China protagonizó un formidable salto cualitativo en su nivel de inserción en la economía mundial.

El comercio exterior chino, la suma de sus exportaciones más sus importaciones, crece a un ritmo superior al 30% anual. La relación del comercio exterior chino en su producto bruto interno es el más elevado del mundo emergente, y uno de los más altos del mundo. Alcanza ya al 75%. Con sus 1.350 millones de habitantes, China tiene un grado de apertura internacional semejante al de Holanda, y avanza aceleradamente a alcanzar un nivel arancelario similar al de Hong Kong. Después de Canadá, China ya es el principal socio comercial de Estados Unidos. Pero también es el mayor mercado para las exportaciones japonesas, lo que ha permitido salir de la depresión crónica a la segunda economía del mundo.

En este contexto, existe un aspecto crucial para la Argentina. El principal problema político y social de China es alimentar al 22% de la población mundial con solo el 7% de los recursos hídricos y de las tierras arables del planeta. Las estadísticas oficiales revelan que China cuenta para alimentar a su gigantesca población con una hectárea arable cada diez personas. El promedio mundial es de una hectárea arable cada 4,4 personas.

Desde 1979 hasta ahora, China ha cuadruplicado su ingreso por habitante. Es un ritmo de expansión inédito en la historia económica mundial. Con una particularidad adicional: el mejoramiento del nivel de vida de una población de 1.350 millones de personas que vivían en una situación de infraconsumo se expresa inmediatamente en un notable aumento del consumo de alimentos y, en términos de mediano y largo plazo, en un cambio de la dieta que implica el pasaje de los granos a las proteínas, del arroz a las carnes. La avidez de soja que exhibe el mercado chino está directamente vinculada a la alimentación del ganado necesario para abastecer una demanda de carnes blancas y rojas en constante aumento.

Para los países exportadores de alimentos, entre los que ocupan un lugar destacado la Argentina y sus socios del MERCOSUR, el escenario mundial de principios del siglo XXI, signado por el “boom” asiático, encabezado por China pero que incluye también a la India y a los demás países de la región, presenta una notable semejanza con el de fines del siglo XIX, cuando el gigantesco proceso de industrialización de Gran Bretaña generó durante décadas un mercado interno en continua expansión. Con una diferencia: este mercado en expansión permanente comprende aproximadamente a la mitad de la población mundial. El MERCOSUR está en condiciones de erigirse en el primer exportador mundial de alimentos, por encima inclusive de los Estados Unidos. Chile, con su proverbial lucidez estratégica, tomó la delantera y se convirtió en el primer país de Occidente que suscribió un tratado bilateral de libre comercio con China.

En este sentido, la Argentina se encuentra ante una gigantesca oportunidad histórica. En las condiciones que plantea un mundo cada vez más globalizado, la posibilidad de dar un salto cualitativo en materia económica y social depende de dos factores fundamentales. El primero es la existencia de una perspectiva estratégica favorable en el escenario mundial. El segundo es la definición de una estrategia nacional apropiada para aprovechar esa oportunidad. Es obvio que el horizonte internacional es extremadamente favorable para la Argentina. En cambio, la adopción de medidas como las anunciadas la semana pasada para frenar las importaciones de productos de China y de los demás países asiáticos que, según reza la resolución oficial, son “trabajo intensivos”, demuestra que, al igual que sucede, por ejemplo, con el conflicto con Uruguay por las plantas celulósicas y con el litigio con Chile por el abastecimiento de gas, las exigencias de la política doméstica de corto plazo prevalecen, una vez más, por sobre el interés nacional de largo plazo. Es exactamente lo contrario de la obligación inexcusable de preveer, esa condición indispensable para adelantarse a los acontecimientos históricos, que habrán de producirse inexorablemente, con o sin la Argentina.

Publicado en La Nación el 26/08/07
Jorge Castro , 27/08/2007

 

 

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