Brasil en la reunión del G-8
Lula y el Barón de Río Branco

 


Esta semana se reunió en Alemania el Grupo de los 8 (EEUU, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, Canadá y Rusia), con un conjunto de países emergentes, el denominado Grupo de los 5 (China, India, Brasil, México y Sudáfrica), invitados por las mayores potencias del mundo a participar de la discusión de los grandes temas mundiales: la Ronda de Doha y el cambio climático.

El vocero del Grupo de los 5 fue el presidente Luis Inacio Lula Da Silva, que expuso la posición de los cinco principales países emergentes en relación a las cuestiones de fondo del momento mundial.
Brasil este año, o a más tardar el primer trimestre del 2008, tendrá “Investment Grade” otorgado por las tres principales evaluadoras de riesgo del mundo (Moody´s/Standard & Poors/Fitch). El “Investment Grade” establece que no hay obstáculo alguno para que los bancos o entidades financieras de los países del G-8 inviertan en Brasil con tasas de interés del Primer Mundo.

Las exportaciones brasileñas ascendieron a 137.500 millones de dólares en 2006; se duplicaron en relación al periodo 2000-2004 (68.600 millones de dólares), y se triplicaron con respecto a la etapa 1994-1999, en que alcanzaron los 48.000 millones.

El año pasado, las importaciones fueron 70% más elevadas que las del 2000-2004, y treparon a 91.400 millones de dólares. No obstante, el saldo de la cuenta corriente fue superavitario en 1.4% del PBI; significa que las exportaciones se han desvinculado de las importaciones en esta etapa del boom exportador brasileño.

La clave del boom exportador de Brasil son las exportaciones de productos industriales, que representan 54.3% del total; y esto cuando el Real se ha apreciado casi 40% con respecto al dólar en los últimos 5 años. La razón de esta paradoja, es que dos tercios de las exportaciones industriales brasileñas provienen de las empresas transnacionales radicadas en el país, que venden sus manufacturas dentro de las cadenas globales de producción, a sus matrices, asociadas o afiliadas de todo el mundo. Por eso no las afecta la apreciación del Real: su rentabilidad proviene, fundamentalmente, del incremento de la productividad.

El salto exportador brasileño está también detrás del derrumbe de la prima riesgo-país, que se encuentra ahora a niveles inferiores a los 200 puntos básicos. La deuda externa representó 109% de las exportaciones de bienes y servicios en el 2006, mientras implicaba 275% entre 2000 y 2004, 340% entre 94 y 99, y 410% en este último año. Por eso, en términos absolutos, la deuda externa cayó a 177.000 millones de dólares en el 2006, cuando ascendía a 230.000 millones en el periodo 2000-2004.

Los indicadores brasileños de exportaciones, riesgo-país, deuda externa no son el resultado del súbito despertar de un proceso oculto, sino consecuencia del esfuerzo acumulado a lo largo de 13 años (1994-2007).

Lo decisivo en esta larga etapa de acumulación tuvo lugar en el 2002, cuando el país experimentó una profunda crisis de confianza, internacional y nacional, tras las elecciones de octubre, en que fue elegido Lula, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), como presidente de la República.

El riesgo-país oscilaba, en ese momento, entre los 800 y 900 puntos básicos, y Brasil estaba colocado 6 o 7 escalones por debajo del “Investment Grade”.

En ese circunstancia crucial, el nuevo presidente optó por el no default de la deuda publica (a diferencia de la Argentina), y por la recuperación sistemática de la confianza nacional e internacional. En el camino, mantuvo y profundizó las reformas realizadas por su antecesor y rival, el presidente Fernando Henrique Cardoso (FHC/1994-2002).

Un componente fundamental de la política económica del gobierno de Lula es la reducción sistemática de la tasa de inflación, que bajó año tras año: fue 9.3% en el 2003, 7.6% en el 2004, 5.7% en el 2005, y 3.1% en el 2006.

La política exterior de Lula es la tradicional del Brasil, con un mayor énfasis, respecto a la etapa de FHC, en la búsqueda del liderazgo en América del Sur.

La política tradicional del Brasil en el mundo es la establecida por el Barón de Río Branco entre 1902 y 1912, cuando ejerció el Ministerio de Relaciones Exteriores (Itamaraty) con cuatro presidentes distintos. En ese momento se señaló, con cierta ironía, que Brasil no era un régimen presidencial, sino una Cancillería acompañada por sucesivos presidentes.

El núcleo de la política exterior de Río Branco fue la alianza con Estados Unidos, tras reconocer que el eje del sistema mundial había pasado de Londres a Washington; el objeto de esta alianza era contener a la Argentina en América del Sur, su rival geopolítico. El apogeo de la estrategia del Barón de Río Branco ocurrió 30 años después, cuando Getulio Vargas y Oswaldo Aranha establecieron una alianza militar con Franklin Delano Rooselvet, que incluyó el envío de una Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB) a combatir en Italia.

Al terminar el régimen militar (1964-1985), Brasil advirtió su perdida creciente de importancia relativa en el mundo, acentuada por la crisis económica (la “década perdida” de los 80) y la megainflación.

Entonces inició una estrategia de aproximación indirecta al eje del sistema del mundial, Estados Unidos. Decidió que la prioridad era adquirir relevancia en el mundo y peso en la región, para, desde allí, y junto con ella, negociar con la superpotencia del norte.

Ahora Brasil adquirió relevancia en el mundo y peso en la región y, por eso, ha comenzado la aproximación con Washington (acuerdo de biocombustibles, entrevista Lula-Bush en Camp Davis, participación en el Grupo de los 8, proceso de incorporación a la OCDE).

Todo en Brasil es continuidad. Lula, esta semana en Alemania, dio lectura y puso en ejecución un libreto escrito 100 años atrás.

Publicado en el DIARIO PERFIL el 10/6/07
Jorge Castro , 11/06/2007

 

 

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