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El futuro ya no es lo que era |
Todo parece indicar que, a partir del domingo 3 de junio, la situación política habrá experimentado cambios significativos, cuyas consecuencias se irán observando con el correr de los días. En rigor, a partir de las elecciones misioneras que sepultaron los sueños de reelección perpetua de Carlos Rovira venían acumulándose modificaciones moleculares que representaban un anuncio de giros mayores.
El revés que las urnas misioneras proporcionaron al oficialismo se hizo sentir hasta el punto de forzar al Presidente a liberar a Daniel Scioli de su rincón penitenciario y proyectarlo a la candidatura a gobernador bonaerense, amén de clausurar las ilusiones de un nuevo período que alentaban gobernadores como Felipe Solá y Eduardo Fellner. Por comparación, es posible imaginar de qué modo afectaría al gobierno nacional una caída, no ya en una pequeña provincia lejana, sino en la ciudad que hospeda a los presidentes. |
Con aguda conciencia de este hecho, el doctor Kirchner jugó sin demasiado pudor todo el peso del poder de que dispone para sostener la candidatura a jefe de gobierno del profesor Daniel Filmus. Según varias firmas dedicadas a sondear la opinión pública, ese esfuerzo presidencial consiguió impulsar a Filmus a una situación de empate técnico con el actual jefe de gobierno, Jorge Telerman. Para la Casa Rosada constituiría una auténtica proeza conseguirle a su candidato un segundo puesto que lo habilite para disputar la segunda vuelta con el seguro triunfador del domingo 3: Mauricio Macri.
Ya es suficientemente ilustrativo que para el kirchnerismo un segundo puesto en la Capital sea equivalente a una victoria: revela la resignación al rechazo de la ciudad más influyente del país. Más interesante aún resulta escarbar algunos datos de las encuestas que van más allá de quién gana y quién pierde.
El estudio que cerró a fines de mayo la empresa Giacobbe y Asociados permite observar, por caso, la intensidad de la oposición al gobierno nacional que subyace en la Ciudad Autónoma. La encuesta de Giacobbe atribuye a Filmus la segunda colocación con 25 de cada cien votos. Sólo un tercio de ese porcentaje responde que apoyará Filmus por su identificación con el Presidente. En cambio, el estudio, en otro tramo, interroga a los no votantes de Filmus (75 de cada 100) por los motivos que los llevan a no elegirlo. De las respuestas vale la pena subrayar las dos que congregan más apoyo: "Porque no quiero darle más poder a Kirchner" (29,2 por ciento) y "Porque Filmus es kirchnerista" (24,7 por ciento).
Quizás no sea tan raro que la Ciudad de Buenos Aires, tras cuatro años de ejercicio del poder pingüino, esté preparándose a protagonizar y provocar un cambio. En las últimas semanas se asistió a la rebelión de Río Gallegos, la capital de Santa Cruz desde la que Kirchner se proyectó a la escena nacional. La densidad del rechazo de Río Gallegos lo ha mantenido al Presidente alejado de esa ciudad y de la misma provincia por más de dos meses. Esta semana, se había anunciado, volvería a Santa Cruz (aunque no a la capital) en ocasión de un acto en Río Turbio, cudad sobre la que pesa la influencia del actual gobernador, Daniel Peralta. Pero el regreso quedó postergado.
Si finalmente Filmus se impusiera, asi fuese por el hocico, a Jorge Telerman en la lucha por el segundo puesto, la Casa Rosada respiraría por dos semanas y se dispondría de inmediato a multiplicar los recursos canalizables hacia su candidato para intentar ganarle el ballotage a Mauricio Macri. Tarea ímproba, logro improbable: Macri se impondrá en la primera vuelta por una ventaja muy superior a la que obtuviera contra Aníbal Ibarra en 2003. Y en estos cuatro años ha vencido muchos juicios y prejuicios negativos que lo perjudicaron cuatro años atrás, mientras Kirchner, que fuera la que le facilitó a Ibarra la victoria en aquel ballotage, hoy padece el desgaste de su poder, es resistido en la Capital, recibe las esquirlas del caso Skanska y las de la crisis energética.
Claro está, el peor paisaje para Balcarce 50 es uno que está dentro del campo de las probabilidades: que Filmus (pese a los avances que le acreditan las encuestas) quede relegado al tercer puesto. Así, el oficialismo no sólo perdería hasta las esperanzas del ballotage, sino que semejante derrota capitalina invertiría la situación de 2003. En aquella oportunidad el ascenso de Kirchner a la presidencia en el mes de mayo animó a las llamadas fuerzas progresistas que seguían a Ibarra y las proyectó a la victoria porteña. Ahora, una derrota kirchnerista en la Capital seguramente estimulará a las fuerzas opositoras a dar una batalla más vigorosa al oficialismo en los comicios nacionales de octubre. En los meses que restan hasta entonces –muchos de ellos, meses del frío invierno que subraya con escasez y racionamiento de combustible y energía los déficit de gestión del gobierno- varias de las fuerzas que hoy compiten atomizadamente con la Casa Rosada se encontrarán ante la oportunidad de reagruparse para afrontar el desafío.
En cuanto al oficialismo, el debilitamiento relativo que hoy experimenta ya se expresa en quejas y reticencias dentro de su complejo universo. Se quejan los peronistas K relegados por la Casa de Gobierno que prefiere en muchas provincias a radicales K; pero se quejan también varios seguidores del Presidente (incluso radicales K) que desconfían de las posibilidades de triunfo con una candidatura de la primera dama, y prefieren que repita Kirchner, guiándose por la vieja máxima de que "más vale malo conocido que bueno por conocer". En fin, los peronistas menos kirchneristas, aquellos que han venido haciendo la venia por motivos de caja o por admisión de sus debilidades frente al poder nacional pero que nunca adscribieron íntimamente a la línea del Presidente, piensan cada día con mayor convicción en la necesidad de recuperar al hoy anestesiado Partido Justicialista, para preservar sus distritos y prepararse para el futuro.
Porque el futuro –particularmente después del 3 de junio- ya no es lo que era hace dos o tres años.
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Jorge Raventos , 04/06/2007 |
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