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Las paralelas que pueden cortarse |
La importancia de la elección en la ciudad de Buenos Aires surge, por un
lado, del hecho de que su adelantamiento la convierte en un acontecimiento
político nacional, semejante a Misiones el año pasado; por el otro, como
expresión de la opinión pública de clase media del principal centro urbano
del país.
Son dos los procesos políticos que están en marcha en la Argentina 2007. El establecido por el calendario electoral, que culmina con las elecciones nacionales del mes de octubre. Y en segundo lugar el proceso de crisis
política que afecta de manera directa a Nestor Kirchner, surgido de la convergencia de tres factores: el debilitamiento del respaldo de la opinión pública al presidente en todos los centros urbanos del país, como
consecuencia del "caso Skanska"; Luego, la movilización creciente de una sociedad crispada, que actúa en forma directa, sin mediación institucional y que ha alcanzado su manifestación arquetípica en Santa Cruz y en Río
Gallegos, tierra natal del Jefe de Estado.
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Por ultimo, el despliegue en gran escala de la crisis energética tan
anunciada, que por primera vez impacta en los grandes centros urbanos,
encabezados por la ciudad de Buenos Aires y en sus clases medias.
Este proceso político, surgido de la convergencia de Skanska, Santa Cruz y
crisis energética, corre en forma paralela, y es en su núcleo independiente,
del proceso electoral. Este es el principal desafió que enfrenta Kirchner.
No, o al menos no todavía, el que surge del calendario electoral.
El punto de partida de Kirchner es la situación de vacío político provocada
por colapso del 2001-2003. Allí cayó el sistema político que gobernó la
Argentina desde 1983, formado por los dos grandes partidos: el Justicialismo
y la Unión Cívica Radical.
La desintegración de ese sistema bipartidario se manifestó en la
desaparición de las dos fuerzas mayoritarias como organizaciones de alcance
nacional. Y Kirchner se encontró frente a una situación de vació de poder,
en que su principal respaldo fue la opinión pública de los grandes centros
urbanos, en primer lugar de la ciudad de Buenos Aires. Esta opinión pública,
liderada por clase media porteña, experimentó una extraordinaria frustración
por el colapso de su gobierno y de su fuerza política electoral: la Alianza.
La conclusión que extrajo de esa abismal frustración fue el rechazo a la
política y al sistema político como tal. La antipolítica se transformó en su
ideología y en su pasión, y en esto coincidió hondamente con Kirchner,
convertido en paladín de la "nueva política".
Es aquí, en esta dimensión crucial del poder "K", que aparece el "caso
Skanska", mediado por una actitud critica de los grande medios de
comunicación surgida en los últimos seis meses.
Luego, la ola de acción directa nacida del colapso 2001-2003 alcanzó al
presidente en Santa Cruz. La argentina es una sociedad con instituciones
débiles, o sin instituciones, para ser más estrictos. Significa que en ella
todos los grupos sociales tienden a actuar en forma directa, y que el Estado
ha perdido la capacidad de ejercer el monopolio de la violencia legitima, su
razón de ser histórica y conceptual.
Y ahora llegó la crisis energética. Kirchner no tiene un modelo de
acumulación económica, si no un sistema de control político. Por eso, la
congelación de las tarifas de los servicios públicos, el cierre de las
exportaciones de gas a Chile o la prohibición de las ventas de carne al
exterior.
Las paralelas, por definición, no se cortan. El proceso electoral no se
cruza, al menos hasta ahora, con la crisis de fondo que afecta a Kirchner.
Pero la Argentina es un país de innovaciones, una fuente constante de
imprevistos y sorpresas. Podría ser que aquí, finalmente, esa regla de la
geometría sea superada.
Publicado en el DIARIO PERFIL el 4/6/07 |
Jorge Castro , 04/06/2007 |
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