Prioridades de Gordon Brown
Más allá de Blair

 


Gordon Brown asumirá como Primer Ministro de Gran Bretaña el 27 de junio, tras 10 años de gobierno de Tony Blair.
Blair y Brown fueron la dupla que se hizo de la conducción del Partido Laborista en la década del 70, tras tres derrotas sucesivas frente a los conservadores liderados por Margaret Thatcher.
Brown y Blair, entonces, decidieron que el laborismo no tenía posibilidad de volver al poder en Gran Bretaña, sino aceptaba el carácter irreversible de las reformas lanzadas por Thatcher. Asumieron que la líder tory no era otro gobernante conservador más que continuaba, tras la Segunda Guerra Mundial y el primer gobierno laborista de Clement Attle, el camino iniciado por Winston Churchill, Harold Mac Millan, y Edward Heath, sino un nuevo punto de partida en la historia del Reino Unido, que reflejaba en las islas la emergencia de un fenómeno mundial: la globalización del capitalismo.
La dupla generacional Blair-Brown, se hizo cargo del poder en 1997 con el Nuevo Laborismo, y luego, durante 10 años, profundizó las políticas de Thatcher destinadas a adecuar a Gran Bretaña al contexto mundial de la globalización. Al mismo tiempo, realizó lo que Thatcher ni siquiera intentó: la descentralización política del Reino Unido.

El régimen político británico –Cámara de los Comunes y Gabinete del Primer Ministro- es el más centralizado de Europa, más centralizado que los regímenes presidenciales, por ejemplo, el de Estados Unidos.

Un sistema político fundado en la elección universal directa, con distritos uninominales y estructura bipartidaria le otorga al partido mayoritario la totalidad del poder y, dentro de él, al líder carismático o partidario, el Primer Ministro.

Blair y Brown realizaron en estos 10 años la mayor descentralización desde Pitt “el jovén”: Escocia, Gales, Londres.

Lo que advierte la dupla es que el mundo previo a Thatcher quedó definitivamente atrás; en esa etapa, en la que la globalización no había aún emergido, la Comunidad Europea, aunque no el Reino Unido, fue extremadamente exitosa. Entre 1950 y 1970, Europa tuvo un papel de liderazgo en la expansión del mercado mundial. Los flujos totales de inversión extranjera directa (IED) aumentaron más de 20 veces en Europa entre 1970 y 1990, comparado con un incremento de 17 veces en el mundo en el mismo periodo, mientras que en Estados Unidos crecieron sólo 9 veces. En ese periodo, también, la Unión Europa se convirtió en el principal destino de las inversiones norteamericanas en el exterior.

Todo ahora es distinto. Hace 20 años, sólo 10% de los productos manufacturados provenían de los países en desarrollo o emergentes en el mercado mundial. Ahora, con China e India, serán 50% en el 2020. China es ya la segunda economía del mundo; dejó atrás a Japón en términos de capacidad de poder de compra (PPP).

El comercio mundial de bienes se duplica cada 10 años, y el año pasado creció más del doble que el producto mundial. El comercio mundial de servicios era menos del 25% en 1960, y hoy es superior a 2/3 del total. En los países avanzados, los servicios representan más del 70% del PBI, pero aún son sólo 20% del total de las exportaciones mundiales. En pleno desarrollo de la revolución tecnológica, la tendencia que emerge con nitidez, es que se pasará del 20% al 70% del total, en algún momento de los próximos 15 años.

Si el mundo duplica cada 10 años el comercio de manufacturas, China multiplica por dos el suyo cada 3 años, e India hace lo mismo, en igual periodo, con el comercio de servicios.

En este mundo nuevo Europa tiene 20 millones de desocupados, y la mitad, o más, durante un largo periodo; y, lo que es todavía más critico en términos macroeconómicos, referidos al posicionamiento de la región en el contexto mundial, es que 93 millones de personas en edad de trabajar están inactivas en Europa, fuera del mercado laboral. La tasa de inactividad en Alemania es 28.7 de la fuerza de trabajo, en Francia 31.8%, en Italia 38.4%, el promedio de la zona Euro 39.9%; y esto cuando 1.500 millones de personas se han incorporado al mercado mundial en los últimos 15 años, en primer lugar en el Asia-Pacífico.

La presunción de Brown es que Europa no tiene más alternativa que el cambio; y tampoco Gran Bretaña, obligada a profundizar las transformaciones de la era Thatcher-Blair para no quedar rezagada frente a las locomotoras del Asia-Pacífico y al salto de productividad de los Estados Unidos. No es una cuestión ideológica; como en la década del 70, frente a Thatcher, es ante todo un acto de realismo político.

“El viejo modelo europeo no funciona. Europa no puede tener éxito como un bloque comercial que se mira a si mismo. La clave ahora es la competencia en el mundo, y debemos reconocer que China e India producen 4 millones de graduados universitarios por año; por eso, ahora, no se compite con el fondo de la escala de producción, sino con la cima de los productos de alta tecnología. No queda mucho tiempo”, dice Gordon Brown.

Pareciera que comienza a surgir en Europa un nuevo sentido común.

Publicado en el DIARIO PERFIL el 27/5/07
Jorge Castro , 01/06/2007

 

 

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