Crisis de diagnóstico en la Argentina.

 

Los efectos de la devaluación en la Argentina no coinciden con la teoría pura, porque es un país con hiperinflación virtual y porque es la economía más dolarizada del mundo emergente.
Tras la devaluación decidida el 5 de enero, el núcleo de la situación argentina consiste en una fenomenal crisis de diagnóstico. Como tal tiene una doble manifestación. Hacia fuera se manifiesta en el extraordinario desconcierto que experimenta la comunidad internacional respecto a los acontecimientos de la Argentina. Internamente, la crisis de diagnóstico se refiere a la relación entre la devaluación y las características específicas, y en lo fundamental intransferibles, de la sociedad y la economía argentinas.

La teoría básica detrás de la devaluación es que en una situación recesiva, transformada en depresión por su carácter autoacumulado - que dura ya 42 meses -, la modificación de la estructura de los precios relativos, acompañada por una fuerte inyección de liquidez, tiene un carácter reactivante.

Sin embargo, el efecto de la devaluación en la Argentina es exactamente el contrario. La situación actual de la economía nacional es la siguiente: la actividad económica se encuentra en caída libre, con una disminución en el mes de enero de entre un 20 y un 25% del producto en términos anualizados, que adquiere características de implosión porque no ha encontrado aún su piso.

Esta realidad no encuentra paralelo en la experiencia internacional de las sucesivas crisis de los países emergentes a lo largo de la década del 90. Basta mencionar, por ejemplo, que después de la devaluación mexicana del 20 de diciembre de 1994, la caída de la actividad económica en ese país fue del 7 % en 1995. En la Argentina, en cambio, con un carácter tentativo debido a la falta de piso de la crisis, las previsiones de disminución de la actividad económica en el 2002 oscilan entre el 8 % del producto hasta una cifra que va del 14 al 16 %.

Convergen en este extraordinario colapso tres factores. En primer lugar, el default de las obligaciones de la deuda pública. En segundo término, las medidas de control del sistema financiero (el llamado corralito), y en tercer lugar la devaluación.

En suma, la honda crisis que experimenta la economía argentina es el resultado de la parálisis del sistema financiero, la pérdida del financiamiento nacional e internacional y la incertidumbre prácticamente total con respecto al precio del tipo de cambio provocada por la devaluación.

En síntesis, la consecuencia principal de la devaluación en las condiciones de parálisis del sistema financiero y default de las obligaciones públicas, ha sido profundizar la crisis de confianza interna y externa al tiempo que acentúa, mas allá de todas las previsiones, la falta de financiamiento.


Componentes fundamentales de la crisis de diagnóstico

La crisis de diagnóstico tiene dos componentes fundamentales: el primero de ellos puede caracterizarse como la expresión del iluminismo.

El iluminismo se basa en la premisa de que hay realidades inmediatamente universales. En la actualidad, existe un fuerte consenso sobre la necesidad de utilizar un tipo de cambio flexible en los grandes centros de investigación y en los organismos internacionales de crédito. Esto podría compararse con un nuevo Consenso de Washington en la materia. Es lo que lleva a la idea de que la Argentina, al ser un país emergente, debía abandonar el tipo de cambio fijo y adoptar uno flexible, ya que, en el mundo, la mayoría de los países emergentes tiene este tipo de cambio.

Lo que ocurre es que la Argentina no era simplemente un país emergente con un tipo de cambio fijo. Es la Argentina, una realidad única e intransferible, producto de la historia y de una determinada ubicación en el mundo.

La realidad de este país es que el total del circulante en pesos existente es de 8.800 millones. La estimación de FMI, a través de métodos indirectos, es que el total de billetes estadounidenses que circulan en la Argentina es del orden de los 24.000 millones de dólares. El único país del mundo emergente que tiene una cifra superior a la Argentina en la circulación de dólares es Rusia, con una estimación del FMI de aproximadamente 40.000 millones de dólares. Rusia tiene 150 millones de habitantes mientras que la población argentina es de 37 millones. Esto indica que, en relación a su población, la Argentina es el país más dolarizado del mundo emergente.

La dolarización de facto de la Argentina no es un fenómeno circunstancial ni tampoco reciente. Comienza a desplegarse en la década del 70 como reacción a la megainflación característica de aquellos años. Entre 1974 y 1989 la tasa de inflación anual promedio superó el 100 % y, luego, el país tuvo dos hiperinflaciones, en 1989 y 1990, en las que la sociedad huyó sistemáticamente de la moneda nacional.

La Argentina es pues un país con una hiperinflación virtual por el rechazo sistemático de la moneda nacional manifestado en la velocidad de circulación del dinero. Según Jorge Ávila, "aunque no haya emisión monetaria la Argentina puede financiar un vertiginoso aumento del tipo de cambio y una gran inflación. La causa es el volátil comportamiento de la velocidad de circulación del dinero" ("Ámbito Financiero", 29/1/2002). De acuerdo a la teoría cuantitativa del dinero, el nivel de precios en una economía es igual a la oferta de dinero multiplicada por la velocidad de circulación del mismo. Aún en caso de que no haya emisión monetaria, si aumenta la velocidad de circulación del peso se puede producir un fenómeno hiperinflacionario. "Así lo demostró la experiencia argentina de 1985-1989. En enero de 1986 cada austral rotaba a un promedio de 12, 5 veces al año y, en la primera semana de julio de 1989, el clima de la hiperinflación, cada austral rotaba 100 veces...En un inicio, la hiperinflación no fue obra de la emisión monetaria, sino del fuerte aumento de la velocidad de circulación".

El iluminismo es lo contrario del pensamiento de G. K. Chesterton, cuando afirma que "el problema de las leyes generales es que sirven para todos los casos, menos para los concretos".

La segunda dimensión de esta extraordinaria crisis de diagnóstico, la ofrece el pensamiento económico predominante actualmente en la Argentina. Es un pensamiento que se aproxima a la economía fundamentalmente en términos nacionales, donde la cuestión fundamental es la relación entre la actividad económica y el Estado, especialmente en su aspecto impositivo.

Ocurre que en la economía globalizada y altamente simbólica de hoy, en lo esencial no hay ni Estado ni impuestos. Dicho de otra manera, es una economía que está más allá de la relación con el Estado, y donde el principal instrumento de acción de éstos en el plano económico, que son los impuestos, no está presente. Es el caso del Euromercado desde finales de la década del 60, y del sistema financiero internacional en la actualidad.

En esta economía los instrumentos principales de acción son aquellos que surgen de su propia característica y naturaleza absolutamente desregulada. Son, por ello, la confianza y el financiamiento.

Alan Greenspan explicó al presidente Bill Clinton que la clave de la economía norteamericana en las condiciones de globalización consiste en lograr la baja de las tasas de largo plazo, es decir, no reguladas ni controladas por la Reserva Federal, sino por el mercado que, por definición, es global. Por eso, recomendaba fundamentalmente obtener un superávit fiscal, no debido a los aspectos impositivos, sino como el único instrumento basado en la confianza que permite hacer disminuir el costo del financiamiento.

Existe, además, otro problema adicional en esta crisis de diagnóstico nacional e internacional. Se relaciona con la inexistencia de una racionalidad autónoma de las decisiones económicas sino se las ubica en el contexto de una determinada estructura de poder y de un cierto sistema político, con sus específicas relaciones de fuerza.

Es lo que advirtieron Richard Mallon y Juan V. Sorrouille en la década del 70 en su clásico libro "La política económica de una sociedad en conflicto: el caso de la Argentina", y también en los 90 Marcos Novaro y Vicente Palermo en su notable obra "Política y poder en el gobierno de Menem". La racionalidad económica se cruza siempre y necesariamente con una determinada estructura política cargada de sentido, que reclama y excluye ciertas decisiones económicas. No es la racionalidad de un programa económico la que suscita el necesario respaldo político, sino que sólo una cierta estructura de poder político torna posible la racionalidad de un sistema de decisiones económicas.

La crisis de diagnóstico no es sólo ni principalmente una cuestión analítica, intelectual o académica. Es esencialmente una cuestión política, porque no hay, como afirma Raymond Aaron, "estrategia efectiva que no se base en un diagnóstico acertado".

La naturaleza del problema que presenta devaluar en una sociedad como la Argentina, intensamente dolarizada, es que la devaluación lleva al reestablecimiento de la moneda nacional a través de lo que se denomina estrategia de pesificación, mientras que la sociedad argentina no quiere esa moneda desde al menos la doble hiperinflación de 1989/1990.

¿Se puede pesificar después de devaluar? Sí, pensando en términos de Estado y del sistema de impuestos. ¿Se puede pesificar en la Argentina, país dolarizado? No, si la cuestión es la confianza y el financiamiento.
Jorge Castro , 06/02/2002

 

 

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