Tiempos turbulentos en Francia
Sarkozy, de Gaulle y la ruptura

 


Nicolás Sarkozy asumirá el 16 de mayo la presidencia de Francia; lo hará tras haber triunfado con el 53% de los votos en la segunda vuelta de las elecciones del 6 de mayo.
La participación electoral fue entonces 84% del total de los votantes, el más alto nivel de la historia de la Quinta República desde su fundación en 1958. La participación de los votantes franceses fue muy superior a la de las últimas elecciones nacionales en Gran Bretaña (61%) y los Estados Unidos (64%).
Sarkozy llega al Palacio del Eliseo con un inequívoco mandato electoral, que es cambiar a Francia. En la noche del 6 de mayo, Sarkozy dijo que venía “a romper con las ideas, los hábitos y las conductas del pasado”, para poner a Francia nuevamente en movimiento.

Tras las elecciones legislativas que tendrán lugar el 10 y 17 de junio, en las que la totalidad de las encuestas indican que el oficialismo (“Union pour un Mouvement Populaire”/UMP) y sus aliados obtendrán una amplia mayoría, Sarkozy convocará de inmediato a sesiones extraordinarias.

Reclamará en ellas leyes que eximan de impuestos y cargas sociales a los trabajadores por cada hora trabajada por encima de las 35 semanales, a las que la ley francesa ha reducido la jornada de trabajo.

También establecerá garantías de servicio público durante las huelgas, e introducirá un sólo contrato de trabajo para toda la fuerza laboral francesa; asimismo, todo desocupado que rechace dos ofertas de trabajo será penalizado con fuertes descuentos en el monto de los subsidios y podrá, incluso, en el límite, llegar a perderlos.

“El pueblo francés ha elegido el cambio, y es el cambio lo que yo vengo a ejecutar”, precisó Sarkozy el 6 de mayo por la noche.

Francia creció el año pasado 1.7%, según Eurostat; es una tasa menor que la de Alemania, que fue casi un punto superior (2.6%). Es la primera vez en diez años que Francia crece menos que la República Federal, y por ello se ha convertido, junto con Italia, en uno de los dos países de menor crecimiento de la eurozona.

Esto sucede mientras sus salarios aumentan en términos reales, lo que profundiza su creciente pérdida de competitividad internacional. El déficit fiscal es 2.5% del PBI, por arriba del promedio eurozona (1.6%); la deuda pública es 64% del PBI, el doble que en Gran Bretaña; y el Estado galo representa más del 50% del producto; por eso, todo intento de enfrentar al estancamiento con mayor gasto público está materialmente bloqueado; y todo esto, mientras que la economía mundial experimenta el período más largo y rápido de expansión de los últimos cuarenta años.

La desocupación es 10% de la población económicamente activa, por encima del promedio europeo, y el doble que en Gran Bretaña. Pero lo característico del desempleo en Francia no es su alto nivel, sino el hecho de que nunca ha estado por debajo del 8% en los últimos veinte años.

Si la desocupación asciende al 10%, entre los jóvenes de 19 a 29 años llega al 30%; y en la juventud de los suburbios de las grandes ciudades, en primer lugar París, trepa al 40%.

Sarkozy llega al poder el 16 de mayo con un mensaje y una política de ruptura. Reivindica para ello su identidad gaullista. “El gaullismo es el arte de lograr, por la ruptura, la reconciliación entre revolución y tradición; (…) el general de Gaulle rechazó siempre la continuidad, el conformismo, los lugares comunes, el conservadurismo y los privilegios del status quo. Nunca como ahora la ruptura ha sido en Francia tan gaullista. El gaullismo no es una doctrina ni una ideología, sino una ética del ejercicio del poder y una cierta idea de Francia en el mundo”.

Hoy el eje del mundo, señala Sarkozy, es la globalización, la “mundialización”, en la terminología gala que procura alejarse del fenomenal atractivo cultural anglosajón; “y la mundialización es esa extraordinaria fuerza planetaria que ofrece posibilidades inéditas para Francia y sus empresas, (…) con nuevos empleos y oportunidades hasta ahora desconocidas de creación de riqueza”.

“La cuestión no es saber si la mundialización es buena o mala, sino si Francia está preparada para enfrentarla y aprovechar sus extraordinarias oportunidades; se trata de determinar si vamos a estar del lado de los ganadores o de los perdedores de la mundialización. No acepto la idea de que la mundialización es el nuevo nombre de la fatalidad. Rechazo para Francia el papel de víctima en el teatro del mundo. Francia no acepta el destino, no se resigna: actúa y cambia; este es el legado de de Gaulle”.

El estancamiento francés no es un estado de la mente, sino una estructura social y un sistema de poder enraizados en la sociedad y en el Estado. La ruptura profunda entre sociedad y Estado, que es una constante de la historia francesa de los últimos dos siglos, hace que todos sus grupos sociales tiendan a actuar en forma directa, sin mediación institucional.

La calle es el terreno favorito en que se disputan los conflictos sociales y políticos franceses. Los próximos seis meses, los siguientes dos años, prometen estar entre los más turbulentos de la turbulenta historia de Francia.

Publicado en el DIARIO PERFIL el 13/5/07
Jorge Castro , 14/05/2007

 

 

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