Fábulas y fabulaciones

 


Néstor Kirchner insiste en caracterizar como "atentado contra el Presidente" el vuelco de un camión en las proximidades de su residencia.
En desafío a lo que opina la mayoría de los habitantes de Río Gallegos, el doctor Néstor Kirchner y su ministro de Interior, Aníbal Fernández, han insistido en caracterizar como "atentado contra el Presidente" el desatinado peregrinaje por la capital santacruceña de un hombre mentalmente trastornado a bordo de un camión que, después de chocar a una decena de vehículos, volcó en las proximidades de la residencia que Kirchner ocupaba en los tiempos en que solía permanecer en aquella ciudad.

Habiendo el pastor repetido esto varias veces, y
conociendo los labradores la burla, vino un día
el lobo efectivamente y entró en su rebaño.

Entonces el pastor pidió socorro con grandes gritos,
pero los labradores, pensando que se burlaba,
no fueron a socorrerlo, y así el lobo mató muchas ovejas.

Esopo, El pastor mentiroso

¡ Cuántas veces resulta de un engaño
contra el engañador el mayor daño!

Samaniego, El pastor mentiroso

En abierto desafío a lo que opina la enorme mayoría de los habitantes de Río Gallegos, incluyendo entre ellos a los abogados, psiquiatras y funcionarios judiciales que intervienen en el caso, el doctor Néstor Kirchner y su ministro de Interior, Aníbal Fernández, han insistido en caracterizar como "atentado contra el Presidente" el desatinado peregrinaje por la capital santacruceña de un hombre mentalmente trastornado –el empleado de seguridad José Mansilla Alarcón- a bordo de un camión que, después de chocar a una decena de vehículos, volcó en las proximidades de la residencia que Kirchner ocupaba en los tiempos en que solía permanecer en aquella ciudad. Hace dos meses –desde que se inició la movilización de docentes y estatales de la provincia- que los Kirchner no pisan Río Gallegos.

¿Cuál puede ser el motivo de esa versión dramática que el poder intenta infructuosamente sembrar contra viento y marea? No son pocos los que conjeturan que, con esa endeble invención, el oficialismo quiso desviar la atención de otros asuntos que lo inquietan y empiezan a enervar su relación con la opinión pública (caso Skanska) y, de paso, descalificar el amplísimo movimiento de protesta que sacude la provincia que Kirchner gobernó durante una década. "Una sospecha que recorre Santa Cruz –afirma la publicación virtual La Vaca, una página web de orientación progresista- es la de que hubo un aprovechamiento del desvarío de Mansilla". Cita La Vaca a Rubén Lasagno, de la agencia Organización Periodística Independiente (OPI) Santa Cruz: "Es que a 48 horas del hecho - detalla Lasagno - apareció la Gendarmería mostrando fotos de este muchacho en una manifestación docente. ¿Cómo hicieron? La explicación es que Gendarmería está haciendo control social, inteligencia interna (espionaje) fotografiando a la gente que participa en las marchas. Pero ¿por qué justo tenían la foto de Mansilla en una manifestación donde hubo 8.000 personas? ¿Son tan intuitivos que sabían que tenían que buscar a Alarcón, o siempre están tomando fotos para identificar personas?".

La versión de que el oficialismo pretendía sostener con un montaje una campaña de descalificación de la protesta social santacruceña cunde en la provincia, y se difunde de boca en boca, ya que los medios independientes son acallados. El obispo de Río Gallegos, Juan Carlos Romaní, describió así la situación: "Nos cuesta mucho que acepten a los que pensamos distinto(…)consideran al que piensa distinto un enemigo al que hay que eliminar( se cierran radios, tenemos censura, falta libertad de expresión, no hay privacidad. Sospecho que mis teléfonos están intervenidos". El viernes, por orden expeditiva del CONFER, dejó de transmitir en Santa Cruz la emisora FM News, una radio independiente que abría sus micrófonos a los huelguistas y a expresiones sociales y políticas no tuteladas por el oficialismo.

Un montaje prolijo y menos inverosímil que el que se armó alrededor de la perturbada conducta de Mansilla Alarcón quizás hasta podría haber permitido vincular críticas, cuestionamientos y disidencias radiofónicas a conspiraciones magnicidas. Pero está visto que las tramas y fabulaciones que emergen de la fantasía oficialista son deficitarias en plausibilidad. Sobran los ejemplos. ¿Quién no recuerda aquella calificación de complot y conspiración con que hace dos años se quiso definir un locro social de inspiración patriótica al que –luego se supo- hasta estaban invitadas varias autoridades nacionales? ¿Quién no recuerda la inesperada aparición televisiva del doctor Kirchner de hace algunas semanas, destinada a denunciar el secuestro del militante kirchnerista Luis Gerez y la súbita aparición de Gerez, suscitada, según la propaganda oficialista, porque los secuestradores se atemorizaron ante la enérgica palabra presidencial? La verdad es que la investigación de la Justicia no pudo hasta hoy esclarecer el presunto secuestro, incluyó entre sus hipótesis la de un autosecuestro o "secuestro consentido" y pudo verificar, eso sí, que Gerez, si había estado secuestrado, ya no lo estaba al momento del discurso presidencial. También en esa ocasión se sospechó de un montaje oficialista destinado a colgarle culpas a un adversario del gobierno, Luis Patti, quien, benévolo, para salvarle la ropa al Presidente, interpretó que tal vez a éste le habían "vendido pescado podrido" y lo había comprado.

Cuando se encuentra en dificultades, el gobierno parece tener la tendencia de lanzar al ruedo fantasías rocambolescas, por las que cruzan secuestradores medrosos, magnicidas desorientados, comensales que conspiran torpemente y otros extraños personajes. Las historias, sin embargo, cometen el pecado de no parecer ni verdaderas ni verosímiles, con lo que terminan dañando a sus autores, tanto en la dimensión política como en la narrativa.

Es que, cuando se trata de ejercer el poder, siempre es más saludable reconocer la realidad que inventar ficciones. Por ejemplo: el gobierno, al tiempo que hostiga a la Iglesia, deja trascender su queja por los movimientos que atribuye al cardenal Jorge Bergoglio. ¿No sería más útil y efectivo, para afrontar esa situación, facilitar el diálogo de la jerarquía eclesiástica con los poderes (legislativo y ejecutivo) en lugar de intentar un rodeo estéril que desemboca en un cul de sac, como fue la invitación presidencial al jubilado obispo misionero Joaquín Pigna? Si el gobierno pretendía solucionar algo con esa jugada, se equivocó. Y si quería introducir una cuña en la Iglesia levantando a Pigna para enfrentarlo con Bergoglio y tratando de detectar o alentar divergencias en la jerarquía, también erró: esas maniobras de maquiavelismo suburbano sólo consiguen lo contrario de lo que procuran.

Si el gobierno se siente seguro de su suerte electoral en octubre (y eso es, al menos, lo que hace saber difundiendo estudios demoscópicos que le auguran victorias abrumadoras), ¿por qué se empeña en esquivar los hechos o en manipularlos con novelas increíbles? Probablemente lo hace porque no está convencido de que las cifras que muestran las encuestas describan una realidad consolidada e inmodificable. O porque Kirchner intuye que la gobernabilidad se puede perder en un santiamén, deslizándose por una brecha leve que en un principio puede hasta parecer insignificante. ¿No le ocurrió algo así a Jorge Sobisch en Neuquén, una provincia rica y bien administrada, gobernada por décadas por el Movimiento Popular Neuquino? Una huelga docente sumada al descontrol de algún miembro de la policía terminó poniendo en crisis al gobierno de la provincia y deteriorando las aspiraciones políticas mayores del gobernador.

El presidente Kirchner, más allá de que pueda o no resolver adecuadamente el problema, sabe que ni los famosos superávits gemelos ni los anticipos de victoria que le dibujan los encuestadores representan una garantía contra imponderables que puedan surgir en un paisaje que está atravesado por situaciones conflictivas: las que produjeron sus hábitos confrontativos, las que emergen de una manera anacrónicamente hipercentralizada de tomar decisiones, las que derivan de una administración de los negocios públicos que si pudo funcionar en Santa Cruz en la década pasada, parece hacer agua cuando se trata de gobernar el país.

¿Hay alguien que agita esos conflictos?¿A qué atribuir la acumulación de hechos negativos: el incendio del Irízar, la caída de un Mirage, la caída de radares aéreos, la denuncia de los pilotos del mundo sobre la falta de seguridad en aeropuertos argentinos, los reclamos docentes, la caída de la inversión extranjera, el malestar de la Iglesia, la inseguridad ciudadana, la escasez de lácteos, el alza de la carne, las pulsiones inflacionarias, la pérdida de credibilidad de las estadísticas oficiales, el caso Grecco, el caso Skanska, el conflicto con Techint, la creciente actitud crítica de la prensa…? ¿Hay adversarios que conspiran? ¿Hay una conspiración de los hechos? Por cierto, las preguntas no se agotan allí, pero el poder teme disolverse si se atreve a formularse todas las preguntas; en particular, las más atinentes.

Con todo, la realidad es la única verdad. Lo otro son fábulas y embelecos.

Jorge Raventos
Jorge Raventos , 05/07/2007

 

 

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