¿La casa está en orden?

 


Para el gobierno de Néstor Kirchner la Semana Santa del año 2007 llega acompañada de señales inquietantes y desquicios domésticos. Por estos días el Presidente difícilmente podría afirmar que la casa está en orden. No lo está, por ejemplo, Santa Cruz o, al menos, su capital, Río Gallegos, que el doctor Kirchner ha decidido eludir por algún tiempo, para evitar las manifestaciones de docentes y empleados públicos que lo cuestionan personalmente porque saben que es él quien en última (y a menudo en primera) instancia manda en la provincia.
Marchas de miles de personas protestan contra "el estado negrero y evasor".

Si es cierto, como se señala a menudo desde tribunas oficiales, que el terrorismo de estado es infinitamente más grave que el terrorismo de organizaciones y particulares, ¿no corresponderá, con el mismo criterio, juzgar más pesadamente la evasión fiscal y provisional cuando su autor es un gobierno que cuando el autor del delito es una persona privada o una empresa? Si bien se mira, ese es el criterio de quienes desfilan en Río Gallegos frente al domicilio del Presidente y ante la casa de gobierno provincial.

También hay desorden bajo los cielos en las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. Juristas y magistrados –y hasta la cúspide de la Justicia, la Corte Suprema- han considerado "una intolerable injerencia" y "una amenaza a la independencia judicial" el reclamo del doctor Kirchner para que la Cámara de Casación actúe de determinada manera y su exhortación al Consejo de la Magistratura (recientemente modificado a piacere de la Casa Rosada) para que sancione a los miembros de ese cuerpo, acompañada por los reclamos de algunos de sus auxiliares (como los ministros Alberto y Aníbal Fernández) a esos jueces para que presenten su renuncia.

El presidente de la Cámara de Casación, Alfredo Bisordi, así presionado por el Presidente y sus voceros, pidió una licencia no sin antes declarar que el doctor Kirchner parece perseguir "la suma del poder público". No hay duda de que lo que algunos llaman "el decisionismo presidencial" ha conseguido avanzar sobre muchas de las atribuciones del Poder Legislativo (que las cedió graciosamente al votar los superpoderes) y parece dispuesto a caminar un trecho sobre las de la Justicia. La Corte pidió "mesura y equilibrio" y respeto "a la honorabilidad y la independencia judicial".

El Presidente comentó a sus íntimos el disgusto que le había provocado, sobre todo, el pronunciamiento de la Corte. ¿No se trata, acaso, del cuerpo que él ha designado casi en su totalidad? "Gracias a las desmesuras que vamos cometiendo tenemos una nueva Corte Suprema", replicó con acidez Kirchner a sus beneficiarios. En efecto, la injerencia no se inauguró la semana última y el enjuiciamiento a magistrados por el contenido de sus fallos o por sus ideas no son posteriores a la erección de la Corte actual: la preceden y contribuyeron a crear las vacantes que permitieron la presente composición del alto tribunal.

El ministro de Justicia, Alberto Iribarne, un funcionario de perfil bajísimo, salió en ayuda del doctor Kirchner, aunque sus palabras no hayan caído demasiado bien en la Casa Rosada. "Los magistrados no son intocables", dijo. Pero agregó, en lo que algunos consideraron un añadido innecesario y otros un acto fallido: "Todos estamos sometidos a ser evaluados y sometidos a juicio político, incluso el Presidente". Evocar ese concepto en la misma semana en que el Presidente era acusado por el número uno de la Casación de deslizarse hacia la suma del poder público (causa de enjuiciamiento, por cierto) tal vez no haya sido una idea oportuna.

Como para contribuir al desconcierto general, nada menos que el funcionario de mayor confianza del Jefe de Gobierno porteño Jorge Telerman, acusó a "hombres del albertismo" (refiriéndose a colaboradores y seguidores del Jefe de Gabinete del gobierno nacional, Alberto Fernández) de realizar sabotajes destinados a provocar anegamientos en la ciudad de Buenos Aires en las circunstancias de las fuertes lluvias de la última semana. Parece notorio que la gente de Telerman, que proviene en su mayoría del kirchnerismo, tiene actualmente un juicio muy suspicazmente negativo sobre sus ex amigos del gobierno nacional: tres semanas atrás, una ministra del gobierno capitalino ya había denunciado a "militantes del kirchnerismo" de incendiar deliberadamente una villa de emergencia para perjudicar a Telerman.

Separados hoy por algo más que la extensión de la Plaza de Mayo, el gobierno nacional y el de la Ciudad Autónoma se encuentran en una situación de tensión. El jefe de gobierno porteño padece fortísimas presiones y teme golpes inesperados del kirchnerismo, al que le infligió una herida dolorosa al convocar las elecciones locales para el mes de junio, separándolas del comicio presidencial y debilitando suplementariamente la ya anémica candidatura oficialista en el distrito: la del profesor Filmus. Ahora, para colmo, Telerman, conversa con Elisa Carrió, Enrique Olivera y Patricia Bullrich con la perspectiva de forjar alguna convergencia, que el jefe de gobierno preferiría limitada al distrito y las referentes del ARI y de Unión por Todos quieren que se proyecte a la elección nacional. El estilo de Telerman, deliberadamente ambiguo, lo lleva a conjeturar que, si en primera instancia limita el acuerdo a la Capital, podrá seguir contando en el futuro (y en la casi segura eventualidad de una segunda vuelta local) con el apoyo de Kirchner. Es probable que se trate de un autoengaño: si él concreta cualquier alianza con Carrió y Bullrich, el Presidente habrá confirmado que Telerman cambió definitivamente de vereda y lo hará atenerse a las consecuencias. Esa conclusión ya la sacó un opositor de Kirchner y Telerman: Ricardo López Murphy se alegró públicamente de la probable alianza de Telerman con el ARI porque –dijo- "eso pone la disyuntiva del electorado de la capital entre dos candidaturas opositoras y el kirchnerismo quedaría afuera".

La existencia de un paisaje tan problemático para el oficialismo en la Capital Federal y la posibilidad de que una victoria opositora allí en junio tiña la marcha hacia la elección presidencial de octubre no son, por cierto, motivos de tranquilidad en la Casa Rosada. Según Carlos Pagni, columnista de La Nación, Kirchner estaría evaluando un "plan B", que consistiría, principalmente, en que el propio Kirchner –y no su esposa- ocupe la candidatura presidencial. Pagni describe una suerte de efecto dominó, producto de esa primera decisión: Cristina sería impulsada a competir por la gobernación de Buenos Aires. ¿Y Scioli? El vicepresidente recalaría en la candidatura porteña del oficialismo, de la que sería desplazado el profesor Filmus. ¿Cómo bajar la candidatura presidencial de Cristina sin confesar que es porque da muy bajo en las encuestas? Aunque el columnista no entra en estos detalles, semejante movimiento de piezas se justificaría forzando un pronunciamiento de la justicia bonaerense negándole a Scioli la posibilidad de competir en el distrito por no cumplir las condiciones que exige la constitución de la provincia. Así, ante ese revés judicial (en realidad, un revés inducido), los movimientos de candidatos se explicarían como un necesario sacrificio de todos y, de paso, como un disciplinado y republicano acatamiento a la palabra de los jueces.

No hay información alguna que indique cómo asimilarían un plan de esa naturaleza las partes interesadas (o afectadas). En primer lugar, La Señora. Son muchos los que apuestan a que esa jugada difícilmente aporte al "orden de la casa". Sin embargo, hay un aspecto en que ese orden -si no el doméstico, el político- se vería beneficiado. La ambigüedad de la propuesta oficialista ("pingüino o pingüina") y la posibilidad de que una candidatura de Cristina dejara de lado a algunas figuras centrales del dispositivo de Kirchner viene generando ruidos y conflictos en el seno del gobierno. Algunos funcionarios que están siendo minuciosamente escrutados por la Justicia consideran que su vulnerabilidad aumenta con la especulación de que una eventual presidencia de La Señora pueda prescindir de ellos. "Nos convertiríamos en presas fáciles y chivos expiatorios. La corporación judicial ya está acumulando antecedentes", confían a sus amigos y, cuan do se animan, deslizan a los oídos presidenciales.

Parte de la aspereza de Kirchner con los jueces deriva de esos problemas e inquietudes de sus colaboradores más fieles. Al fin de cuentas, la Casación es la estación final de los juicios por corrupción que, según el presidente, "están paralizados, parados u otros, utilizados por jueces que tratan de extorsionar su propia sobrevivencia".

Por cierto, el doctor Kirchner afirma desde su atril que "a mí no me van a extorsionar con casos de corrupción o con denuncias". También es cierto que, en las últimas semanas –como aporte al desorden que se observa en el gobierno- los temas de corrupción y las denuncias penales ocupan páginas enteras en los diarios más leídos.

Un ministro observado en la Justicia es la titular de Economía, Felisa Miceli. De su ministerio y con su firma salió un proyecto, luego suscripto por el Presidente, por el cual bajo el rubro de pago a acreedores innominados, y disimulado entre decenas de pagos pequeños a entidades sociales y jubilados, se incluía la entrega de más de 500 millones de pesos a los herederos del grupo Greco. El grito de alarma de la oposición hizo que el pago –que a partir de ese paráte fue considerado escandaloso por la misma ministra que lo había propuesto- se suspendiera.

El caso de la constructora Skanska, otro ejemplo, se va poniendo más denso a medida que se investiga. El síndico de la empresa, Claudio Corizzo, testificó ante el juez que la firma simuló pagos a empresas en realidad inexistentes para camuflar "comisiones indebidas" (en otros términos: coimas) por valor de 13.400.000 pesos. Skanska participó en la construcción de un gasoducto en Deán Funes, Córdoba. La Justicia allanó el ministerio de Planificación e Infraestructura. El fiscal Carlos Stornelli imputó al ministro Julio De Vido y a otros funcionarios. El periodista Carlos Russo, cuyas notas en el diario Perfil pusieron el caso Skanska sobre el tapete, fue intimidado esta semana por tres sujetos armados que ingresaron a su domicilio familiar, amenazaron a su esposa y a él ("Vos estás entregado", le dijeron mientras le ponían una pistola en la cabeza) y despreocupadamente disfrazaon la incursión de robo llevándose unos pocos enseres del departamento. Mala atmósfera. Otro periodista crítico, Carlos Laje, había sufrido un asalto la misma semana, mientras el portal de noticias La Política On Line, que conduce Ignacio Fidanza, que se interesa en estos temas, era atacado por hackers expertos y muy bien pertechados tecnológicamente.

En fin: una Semana Santa complicada. Con señales que llegan desde el norte que le indican al gobierno que, más allá de que el actual gobierno esté más débil y Bush no vaya a ser reelegido, Estados Unidos es un sistema político con muchos denominadores comunes entre partidos. Hoy los demócratas, que generan ilusiones en la Casa Rosada, controlan el Congreso. Y ha sido el Congreso el que le reclamó al secretario del Tesoro, Harry Paulson, que eleve al carácter de prioritario en las relaciones con Argentina el reclamo de satisfacción a los acreedores norteamericanos de la deuda que no ingresó en su momento en la negociación "del default más grande de la historia", según califican los congresistas. Esa morosidad (que el Congreso americano calcula en 10.000 millones de dólares en lo que afecta a ahorristas estadounidenses y que supera los 20.000 millones en total) es un tema que el gobierno de Kirchner ha declarado totalmente fuera de agenda. Es probable que el gobierno tenga que considerar próximamente otros temas sobre los que preferiría no hablar. Las opciones que se toman en el plano internacional (y también las que no se toman) acarrean consecuencias. Esta semana el presidente de Brasil está siendo recibido en Estados Unidos como líder regional con presencia mundial. Para Lula (y para su país) la Semana Santa luce prometedora: la alianza de los biocombustibles con Estados Unidos (y con Europa) es uno de los ejes de su inserción mundial. El doctor Kirchner, por su parte, no visita Estados Unidos ni lo visitará durante su gestión. Pero en dos semanas volverá a visitar Caracas. Allí lo espera Hugo Chávez, un crítico (como Fidel Castro) de los biocombustibles. En algunos espacios las cosas se ordenan aunque algunas casas estén en desorden.
Jorge Raventos , 04/09/2007

 

 

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