La oposición de la realidad

 


Mientras las fuerzas políticas que aspiran a encarnar la oposición a Néstor Kirschner se entretienen -con mayor o menor fortuna- en aprontes para los desafíos electorales del año, el gobierno tropieza cada vez con mayor frecuencia con la oposición de la realidad (que, como afirma el apotegma de Juan Perón, "es la única verdad").
El regreso de Estados Unidos

Se acaba de encontrar, por ejemplo, con un cuestionamiento explícito de Estados Unidos al auspicio que la Casa Rosada y sus organizaciones clientes ofrecieron a Hugo Chávez para que se despachara contra la reciente gira de George W. Bush por la región. Washington había soportado en silencio que el oficialismo organizara un año atrás en Mar del Plata aquella llamada "contracumbre", en la que el mismo Chávez (y otros) se dedicaron a maltratar verbalmente al presidente norteamericano, que se encontraba en la Argentina como huésped y se había esforzado en idéntica discreción cuando Kirchner, desde Caracas y con el jefazo venezolano a su diestra, disparó frases ásperas contra Bush, frases que nunca había pronunciado cuando el texano se encontró ante él en Washington o en Mar del Plata.

Que ahora la diplomacia estadounidense haya considerado oportuno hacer un breve pero elocuente comentario sobre la conducta de Kirchner frente a embajadores latinoamericanos y en presencia del argentino, José Octavio Bordón, tiene un doble significado: de un lado, notifica que ha registrado la acumulación de actitudes hostiles de la Casa Rosada; del otro, ofrece una señal de que la marcada ausencia estadounidense de la política regional (provocada por la concentración en prioridades acuciantes: Irak, Irán, Corea del Norte) ha concluido. Si hasta ahora esa ausencia había hecho el campo orégano al activismo de Chávez, el nuevo y significativo dato que revela el comentario del Departamento de Estado sobre el gobierno de Kirchner es que Estados Unidos recupera la voz en el escenario suramericano.

¿Toma Kirchner en cuenta estos datos del paisaje externo? En rigor, el presidente tiende a transformarlo todo en política doméstica de corto plazo y a observar con esa óptica incluso lo que ocurre en otras sociedades. El parece considerar que los Estados Unidos dejarán de existir o tener memoria cuando llegue el próximo presidente a la Casa Blanca y que , puesto que la estrella de Bush está declinando y además no puede ser reelecto, golpearlo es gratis y hasta, mejor aún, le puede dar réditos internos en al público de centroizquierda que cultiva.

Esa mirada corta sobre el panorama regional y mundial fue lo que, probablemente, le impidió a Kirchner comprender que su auspicio al acto de Hugo Chávez en la ciudad de Buenos Aires no golpeaba solamente a Bush, sino también a los presidentes del Mercosur que en esos momentos recibían cordialmente al estadounidense y tejían con él beneficios para sus respectivas sociedades, como el acuerdo sobre biocombustibles que vuelve a Washington y Brasilia socios estratégicos en un asunto de enorme importancia; o como las perspectivas comerciales que supo abrir Uruguay. En general, da la impresión de que el presidente argentino no duda en pagar con progresivo aislamiento internacional cualquier cosa que él conjeture ventajosa para afirmar sus posibilidades político-electorales en el plano interno.

Hasta en Santa Cruz

Pero también en este plano interno la realidad le pone zancadillas al doctor Kirchner. ¿Qué paisaje más interno que el sur profundo? ¿Qué espacio más hipotéticamente protegido que Santa Cruz, la provincia del Presidente? Miles de personas manifestando en Río Gallegos y reclamando aumentos de sueldo y remuneraciones en blanco no deberían, en principio, representar un problema para el jefe del gobierno nacional: es un asunto de la provincia. ¿No invocó el gobierno las palabras autonomía y federalismo dos semanas atrás para explicar por qué dejaba a su aliado, el gobernador Angel Maza, sin la escalera de escape que le había prometido? Pero para Kirchner, Santa Cruz no es una provincia más y tampoco es la isla de Barataria como para que la mande un gobernador Sancho. Nadie ignora que es el presidente el que manda, a través de diversos intermediarios, en Santa Cruz. Y el presidente no admite desafíos a esa autoridad implícita: hay demasiada información sensible en Santa Cruz (sin ir más lejos: los movimientos financieros de los mil millones de dólares de las regalías petroleras, su magnitud y su destino actual) como para descuidar el feudo de origen.

De modo que el presidente Kirchner, sintiendo (con razón) que las movilizaciones apuntaban en realidad contra él, nacionalizó un conflicto de índole provincial. Lo hizo antes de hablar duramente acusando a los trabajadores movilizados de extorsionadores. Lo hizo antes de atacar verbalmente y desde el Gran Buenos Aires al obispo de Río Gallegos, Juan Carlos Romanín. En realidad, lo hizo cuando su ministro de Interior, Aníbal Fernández, envió efectivos de la Gendarmería a custodiar la principal de las propiedades de Kirchner en la capital de la provincia, su vivienda en la ciudad. Ese movimiento de fuerzas encerraba dos mensajes simultáneos. El primero, la confesión de que el poder nacional entendía las manifestaciones santacruceñas como una amenaza directa e interpretaba que los reclamos apuntaban contra el Presidente. El segundo, que Kirchner no confía, en circunstancias de tensión, en la policía de la provincia, no sólo porque también sus efectivos corren suerte salarial pareja con el resto de los empleados estatales movilizados, sino porque el asesinato de un hombre de la fuerza, Jorge Sayago, un año atrás en la localidad de Las Heras, sigue sin ser esclarecido y castigado. Y muchos policías imaginan que esa morosidad investigativa y judicial está inducida políticamente.

Como ocurrió en el plebiscito misionero, donde el apoyo de Kirchner al gobernador Rovira y su presencia en la provincia nacionalizaron la elección y promovieron el interés de los medios nacionales, también en Santa Cruz los movimientos del gobierno central provocaron una cobertura amplia de diarios y canales. En rigor, si no hubiera ocurrido eso, sólo los testigos directos se habrían enterado de las protestas, las marchas, los discursos y los carteles enarbolados por los docentes y estatales de Río Gallegos, ya que los controlados medios de la provincia (así como la agencia Telam y la televisora oficial, Canal 7) decidieron silenciar los hechos.

Para acentuar el paralelismo con Misiones, el doctor Kirchner no se limitó a acusar a los manifestantes; también apuntó contra la Iglesia, encarnada en la figura del obispo Romanín, que participó de alguna de las marchas y tomó el micrófono para pedir a los manifestantes que las demandas se canalizaran pacíficamente. Kirchner lo trató de distraído y de recién llegado, lo ubicó en el mismo plano de la oposición política y le reclamó (mentando, en verdad, la soga en casa del ahorcado) a "ejercer la función para todos…ser amplio con todos y no solamente con algunos".

El obispo es un hombre moderado y atento a lo que ocurre en la provincia. Prefirió no responder directamente al doctor Kirchner con quien asegura tener "poca relación" y explicar que su participación tuvo que ver con el compromiso con la gente que sostiene la Iglesia. El párroco de Las Heras, Luis Bicego, fue, en cambio, más explícito: dijo que Santa Cruz se administra "como si fuera la estancia del abuelo", "como si fuera propiedad y no cosa pública"; señaló que el gobernador Sancho "es una marioneta manejada por la familia Kirchner". Explicó el conflicto actual: "Los salarios están en negro…la mayoría de los sueldos de los empleados públicos, sobre todo de los docentes, 90 por ciento es en negro. O sea que el Estado es el primer negrero. El día que esta gente se jubile, ¿qué jubilación va a recibir?". El cura agregó que "la gente tiene miedo de perder sus puestos de trabajo", aunque ahora "se anima más, porque la protesta es masiva".

El gobierno nacional ejerció presión sobre algunos miembros del Episcopado, con la intención de obtener una desautorización del obispo de Río Gallegos. Fue un intento frustrado. ¿Constituyó acaso una vendetta del oficialismo la insistencia del ministro de Salud, Ginés González García en abrirle cancha a la despenalización del aborto? Que lo haya hecho en vísperas del Día del Niño por Nacer –que se celebra precisamente el domingo 25 de marzo- probablemente tenga una intención, como seguramente hay un sentido en la circunstancia de que González García, el más connotado defensor oficialista de políticas anticoncepcionales, haya sido el elegido para darle peso, como primer candidato a legislador, a la anémica pero significativa fórmula kirchnerista al gobierno porteño, constituida por Daniel Filmus y Carlos Heller.

La justicia

En fin, otro terreno donde la realidad le está oponiendo límites al gobierno es el de la Justicia. Los casos Greco y Skanska, que diariamente aparecen en los medios, entrañan amenazas para esferas del oficialismo que seguramente la marcha de los procesos irá iluminando mejor. En cualquier caso, esta última semana hubo allanamientos en el ministerio que encabeza el superfuncionario pingüino Julio De Vido, dictados por el juez interviniente en el caso de la constructora de obras públicas Skanska, en el que se habría documentado ya el pago de coimas por más de 17 millones. A De Vido también lo investiga la Justicia, por disposición de la Cámara Federal porteña, por una compra de locomotoras usadas de la que también participó protagónicamente el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, habitualmente cuestionado por el manejo de cientos de millones de pesos de subsidios a medios de transporte existentes e inexistentes.

Como se ve, la realidad es una gran organizadora de oposiciones.
Jorge Raventos , 26/03/2007

 

 

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