Poderoso caballero.

 

Al mantener tercamente su derrotero, Duhalde está revitalizando la crisis política iniciada con el fracaso de la Alianza.
El gobierno de Eduardo Duhalde parece íntimamente persuadido de que no encontrará una salida del corral en el que se ha venido encerrando sin una sustancial ayuda financiera de los organismos internacionales de crédito. Sin embargo, los comportamientos del oficialismo, sus marchas y contramarchas (o su inquietante inmovilidad) parecen garantizarle un resultado notablemente opuesto. Tanto desde el Tesoro de los Estados Unidos, como desde la Comisión Europea o el FMI, los mensajes que llegan a la Casa Rosada o al Palacio de Hacienda son inequívocos: el rumbo elegido por la coalición duhaldista-alfonsinista que conduce la Argentina no es el apropiado.

El comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios Pedro Solbes expresó el viernes último que ese rumbo "tiene importantes carencias y contradicciones" y enumeró entre sus defectos que "restringe el comercio internacional, carece de un esquema institucional para su Banco Central y no da solución a los problemas del sistema bancario".

El subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos Kenneth Dam apuntó por su parte que existe ya un consenso entre los países centrales acerca de que "la comunidad internacional no distraerá financiamiento en gran escala en países que no pueden resolver sus problemas influidos por su política y sus estructuras". Dam agregó que Estados Unidos está preparado para colaborar con Argentina a través de las instituciones financieras internacionales una vez que el país "se comprometa en un programa económico sólido y sustentable", pero advirtió que "la comunidad internacional reconoce que el FMI no puede tener éxito si los países deudores no son capaces o no quieren tomar las medidas necesarias...".

En la última reunión de gabinete, según trascendió, Eduardo Duhalde reprendió a su ministro de Economía Jorge Remes Lenicov cuando éste evocó los planteos del FMI: "Hay que preocuparse menos de lo que pide el Fondo y más de lo que pide el pueblo argentino", le habría exigido. No se registró la reacción de Remes, quien sobrelleva la responsabilidad de asimilar simultáneamente esos reproches presidenciales y las rigurosas conversaciones técnicas con los enviados del FMI. Sin duda es difícil conciliar la certeza de que la ayuda financiera es imprescindible con la instrucción de no tomar en cuenta las condiciones de quienes pueden prestarla.


Los puntos en común

Si bien se mira, por otra parte, la mirada que pretende oponer radicalmente al "pueblo argentino" contra los organismos de crédito o, más ampliamente, con "el sector financiero", puede ser un espejismo: los reclamos externos no están necesariamente divorciados de "lo que pide el pueblo argentino". Puntos en común: el respeto al derecho de propiedad y al cumplimiento de los contratos, el funcionamiento del sistema bancario, una economía sustentable, el encogimiento del gasto público y el gasto político ineficiente. Por cierto, cada actor expresa estos asuntos con su propio lenguaje. Pero lo cierto es que - a juzgar tanto por los cacerolazos y las movilizaciones como por los planteos de los organismos internacionales de crédito y por las voces europeas y norteamericanas - el gobierno no está dando satisfacción ni a unos ni a otros.

Ante un personaje como Duhalde, que se guía cotidianamente por las encuestas de opinión pública, resulta difícil comprender la obstinación en sostener una devaluación que la amplísima mayoría rechaza y una pesificación que contradice no sólo las palabras sino las conductas de los argentinos, aferrados a custodiar el valor de sus ahorros a través del dólar.

La insistencia en esa política conduce a la continuidad sine die del corralito que enfurece a los ahorristas, al parate de la economía, a la crisis del sistema bancario, al empleo de las reservas para mantener una cotización del dólar cercana a la que dictó el gobierno, al deterioro del salario y a la caída libre del empleo. Paralelamente, induce a la crítica de los países y organismos de los que se espera ayuda y, así, la inhibe, reforzando una situación de aislamiento. Cabe preguntarse si este rumbo es inevitable, si está dictado por la naturaleza de las cosas. La respuesta es negativa: se trata de una decisión política, de un rumbo elegido por la coalición gobernante. Hay en oferta varias propuestas técnicas en condiciones de satisfacer simultáneamente los reclamos de sustentabilidad económica, de revitalización del sistema bancario y de levantamiento del corralito que asfixia a los ahorristas y a la misma actividad productiva y comercial.


La inmovilidad desorientada se parece mucho al vacío y al fracaso

Al mantener tercamente su derrotero, Duhalde está revitalizando la crisis política iniciada con el fracaso de la Alianza, las sucesivas renuncias de Carlos Álvarez y Fernando De la Rúa y el breve interregno de Adolfo Rodríguez Saa. Si su relativa estabilidad en la Casa Rosada se asienta, en gran medida, en el terror al vacío que oscuramente percibe la sociedad argentina, y en el terror al fracaso que el propio Duhalde ha conseguido transmitirle a un amplio sector del partido Justicialista, el choque cotidiano con la realidad va limando esos temores: una inmovilidad desorientada se parece mucho al vacío por su incapacidad de resolver los problemas (tanto los heredados, como los autogenerados) y se parece mucho al fracaso la repetición de hechos agresivos anti-políticos que afectan tanto a los que gobernaron antes como a los que ejercen ahora: Los acontecimientos de Junín y Casilda, el escrache al domicilio del jefe del bloque de diputados peronistas en Río Cuarto y las continuas algaradas contra el propio Duhalde en Olivos son botones de muestra.

No ha funcionado la táctica oficial de endosar la demonización a los bancos, al FMI o a determinados personajes. La crisis golpea al conjunto del sistema político. "Que se vayan todos", gritan los caceroleros más indignados en un mensaje que tiene como receptores principales a los que todavía no se fueron. Pero, si la plegaria es atendida y se van todos, ¿qué queda, quién queda para gobernar?

La persistencia en un rumbo equivocado pone a la sociedad ante la necesidad de responder a esas preguntas básicas, signos de que la crisis se manifiesta en la economía y en el sector financiero, pero va mucho más allá: es ante todo política y tiene que ver con la reconstrucción del poder, con el restablecimiento de los tejidos sociales y con la definición del papel de Argentina en la región y en el mundo.

Este artículo fue publicado en el diario "La Capital" de Mar del Plata el 26 de enero de 2002.
Jorge Raventos , 28/01/2002

 

 

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