El etanol divide las aguas.

 


“Estados Unidos está replanteando toda su política exterior. El presidente George W. Bush sabe que no puede actuar más unilateralmente. Ha habido una larga abstinencia política de EE.UU. en América del Sur, que ha durado 6 años (2001-2007); y la nueva política exterior norteamericana es multilateralista”, afirma Celso Lafer, ex canciller brasileño durante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso, y uno de los principales expertos de Brasil en política internacional.
Lafer se refiere al significado del acuerdo estratégico sobre biocombustibles entre Brasil y Estados Unidos, sellado en San Pablo por los presidentes Lula y Bush.

“Por primera vez en su historia, Brasil obtiene un reconocimiento mundial, que consagra su condición de detentador de una tecnología de punta en una cuestión estratégica vital para EE.UU.”, señala Rubens Ricupero, uno de los “cardenales” de Itamaraty, ex ministro de Hacienda y ex Secretario General de la UNCTAD.

El acuerdo entre Brasil y EE.UU., primordialmente político-estratégico y sólo subsidiariamente económico-comercial, tiene una inmediata manifestación geopolítica. Los dos países acordaron iniciar sin demoras un trabajo conjunto en América Central y el Caribe, regiones de notoria influencia norteamericana, en las que, por la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, vigente desde 1980, la producción de biocombustibles/etanol tiene acceso libre, con arancel cero, al mercado de Estados Unidos.

El Salvador es el país donde EE.UU. y Brasil desarrollarán, quizás este mismo año, un proyecto piloto de producción de etanol para su exportación al mercado estadounidense. Según Estado de Sao Paulo, Brasil recibirá, sólo para la construcción de nuevas fábricas de etanol, 14.000 millones de dólares en los próximos 10 años, y las nuevas usinas serían entre 77 y 100. Valor Económico, principal diario de negocios paulista, prevé que la inversión extranjera directa (IED) que atraerá Brasil en biocombustibles en estos 10 años superará los 100.000 millones de dólares.

El significado político-estratégico del acuerdo entre Lula y Bush, que convierte a Brasil en aliado de EE.UU. en una política destinada a modificar la matriz energética global, ha sido advertido por el presidente Hugo Chávez, y por sus aliados en la región.

Chávez señaló el 9 de marzo en Argentina que “el etanol y los biocombustibles son absolutamente irracionales y antiéticos. Pretender usar el agua y las buenas tierras que quedan en América latina, capaces de producir alimentos para fabricar combustible para los vehículos de los ricos, me parece cosa de locos de remate.”

Otra era la apreciación de Chávez cuando estaba en juego sólo la dimensión económica-comercial-ambiental de los biocombustibles. Dijo en “Aló presidente”, el 2 de octubre de 2005: “Ya le di luz verde al proyecto de etanol; ahí estamos trabajando con Brasil, lo chequeamos con Lula, y con Cuba y Venezuela por supuesto, ¿saben cuantas hectáreas de caña necesitamos sembrar en los próximos años para producir todo el etanol que hay que inyectar en la gasolina? Son casi 300.000”.

El Movimiento de campesinos Sin Tierra (MST) de Brasil, aliado a Chávez, señaló que Bush “en su gira latinoamericana se propone seducir y cooptar a los gobiernos de la región para que promuevan la producción, en gran escala, de biocombustibles para exportarlos al mercado estadounidense.”

Tras el ataque a Pearl Harbour, América latina se dividió entre los que apoyaban a Estados Unidos y optaban por la ruptura con el Eje, y quienes preferían la neutralidad y enfrentaban a Washington. Brasil lideró a los primeros, con Getulio Vargas y Oswaldo Aranha, mientras que Argentina fue abanderada de la neutralidad y antagonista principal de Estados Unidos. “La neutralidad argentina fue el principal desafío político que tuvo Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial”, señaló en sus “Memorias” Cordell Hull, Secretario de Estado de Franklin Delano Roosevelt.

Los biocombustibles hoy, en América Latina, son el Eje y la guerra de entonces.

Publicadop en el DIARIO PERFIL el 18/3/07
Jorge Castro , 19/03/2007

 

 

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