Bush en Uruguay, una visita que va más allá de lo comercial

 


George W. Bush es el cuarto presidente de los Estados Unidos que visita Uruguay. El primero fue Franklin Delano Rooselvelt, en 1935, durante el gobierno dictatorial del colorado Gabriel Terra; el segundo fue Dwigh D. Eisenhower, que llegó a Montevideo en 1959, cuando el gobierno uruguayo era un colegiado integral, el denominado Consejo Nacional de Gobierno.
El tercer mandatario estadounidense en visitar la República Oriental fue George Bush padre, que arribó en 1990, durante el gobierno del caudillo blanco Luis Lacalle Herrera; el entonces intendente de Montevideo, el joven medico oncólogo Tabaré Vázquez, le entregó las llaves de la ciudad en una ceremonia con gran despliegue protocolar. El cuarto, esta semana, es George W. Bush, recibido por Tabaré Vázquez, hoy presidente de la república.

Estados Unidos y Uruguay están unidos por una larga e histórica vinculación. Incluso se podría señalar que la antigua Banda Oriental tuvo una relación privilegiada con Estados Unidos a lo largo del siglo XX, como sucesora de la que mantuvo históricamente con el imperio británico.

El Frente Amplio, la coalición oficialista que gobierna Uruguay, a diferencia del Partido de los Trabajadores en Brasil, no condenó la visita de Bush. No quiso contradecir a Tabaré Vázquez, quien invitó formalmente al jefe de la Casa Blanca a visitar el país en su segundo viaje a los Estados Unidos, en mayo del 2006.

Antes, en agosto del 2004, en plena campaña electoral que lo llevaría a ser electo presidente, Tabaré Vázquez viajó a los Estados Unidos; y es allí donde anunció, en las oficinas del Fondo Monetario Internacional, que Danilo Astori sería su Ministro de Economía.

“Tabaré no tiene ningún perfil de la izquierda clásica uruguaya; en los años 60 no militó; viene de la militancia social y de la presidencia de un Club de fútbol en el barrio popular de “La Teja”; y Tabaré como presidente de la República delega todo, pero sólo él decide,” señala Gerardo Caetano, director del Observatorio Político del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República, en Montevideo.

Dijo Tabaré Vázquez esta semana, en el acto de rendición de cuentas sobre su gestión de gobierno: “Somos antiimperialistas, pero queremos ampliar nuestros mercados”, en obvia referencia a Estados Unidos.

Lo mismo adujo, prácticamente en forma textual, una de las dos figuras principales del gobierno del Frente Amplio, después de Tabaré: José Mújica, el Ministro de Agricultura y ex líder y fundador del Movimiento Popular de Liberación - Tupamaros.

La otra figura del gobierno uruguayo es Danilo Astori, el Ministro de Economía, “Tabaré no tiene una estrategia; pero Danilo Astori si; y los números le son muy favorables. En el 2006 Uruguay recibió 1.400 millones de dólares de inversión extranjera directa (IED), sin Botnia; y el nivel de inversión doméstica creció 40% en dos años, y la IED, en ese mismo periodo, aumentó 60%. Esto ocurre en el país que históricamente ha sido el de más baja tasa de inversión en América Latina, aún en el década del 90; la tasa de inversión uruguaya era 14% del producto bruto interno, y era superada, incluso, por la de Paraguay o Bolivia. Y la IED, entre los años 1996 y 2000, tenía un promedio anual de menos del 1% del PBI, mientras que en Chile era 7.2% y en Paraguay 2.1%”, afirma Caetano.

Por eso el acercamiento con Estados Unidos no es una cuestión circunstancial, sino el resultado de un diagnóstico sobre la situación estructural de Uruguay, en base al cual se ha formulado una estrategia que llevó a esta visita.

En Uruguay hay una conciencia clara sobre el significado del acuerdo entre Estados Unidos y Brasil sobre biocombustibles. Se advierte que el jueves en San Pablo se selló una alianza estratégica de alcance global entre los dos países; y que, como consecuencia, Brasil se convertirá, en la próxima década, en uno de los principales proveedores de energía de los Estados Unidos y de la economía mundial.

La importancia de la nueva alianza surge de los términos utilizados por el mandatario estadounidense en San Pablo: “el objetivo del acuerdo entre Estados Unidos y Brasil sobre biocombustibles es fomentar un cambio de la matriz energética mundial.” La agricultura, en otros términos, se convierte en fuente de energía y no solo de alimentos.

Este acuerdo tiene además un carácter primordialmente político-estratégico y sólo subsidiariamente comercial. En tres semanas, Lula y 9 integrantes de su gabinete serán recibidos por Bush en Camp David. Brasil es reconocido por Washington como un actor internacional de primera línea, un objetivo histórico brasileño, finalmente alcanzado.

“Valor”, el principal diario de negocios de San Pablo, prevé que en un periodo de 10 años la IED que atraerá Brasil en el campo de los biocombustibles superará los 100.000 millones de dólares; y que, sólo hasta el 2012 se construirán entre 77 y 100 nuevas fábricas de etanol. Hoy se cultivan 5 millones de hectáreas de caña de azúcar en Brasil; y serán 30 millones de hectáreas las cultivadas en 10 años.

“Valor” indica también que, en la próxima década, la IED, sobre todo estadounidense, será más del 50% del sector azúcar-etanol brasileño, en tanto que hoy es sólo 3.4%.

También en Uruguay se ha percibido que el principal impulsor en Brasil del acuerdo de biocombustibles es el empresariado de San Pablo, con eje en la FIESP, por adelante, incluso, de Itamaraty.

“Sobre la relación con Estados Unidos, la oposición blanca y colorada respalda a Tabaré; y el vínculo de Uruguay con Washington no es sólo comercial sino también político,” afirma Alberto Volonté, ex embajador uruguayo en la Argentina y ex candidato a la presidencia por el partido Nacional (Blanco).

“Uruguay siempre jugó un papel clave en el proyecto panamericano de los Estados Unidos, que comienza en la Conferencia de Washington de 1891; y Tabaré ha demostrado que comprende el carácter decisivo de los Estados Unidos en el sistema mundial.” La semana pasada dijo: “yo no soy cómplice de nada, en referencia a Irak, pero sé lo que es Estados Unidos en el mundo”, indicó Volonté.

“No hay que engañarse: Estados Unidos no pretende la ruptura del Mercosur; la razón es que su relación con Brasil es prioritaria, como ha quedado en evidencia esta semana, con el acuerdo de biocombustibles; y por eso no pretende destruir el Mercosur, que es un proyecto fundamental para Brasilia”, sostuvo el ex embajador en Buenos Aires.

“Al firmar el TIFA (Acuerdo sobre Comercio e Inversiones) con Washington, Tabaré fue prudente y ganó tiempo, uno o quizás dos años. La razón por la que Tabaré no avanza en un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos es porque no quiere quebrar el Mercosur, y tiene toda la razón en ello. Las diferencias internas en el Frente Amplio no fueron el obstáculo principal; el problema fue el veto brasileño y argentino,” precisó Volonté. “La política exterior de Uruguay comienza en las fronteras y con los vecinos, y de allí va al mundo; y este orden de las cosas es de fuerza mayor”, acotó el líder blanco.
Jorge Castro , 13/03/2007

 

 

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