La decisión de devaluar fue de naturaleza política.

 

Es probable que el discurso del diputado Alberto Natale en contra de la devaluación, el 5 de enero de este año, tenga un significado histórico: las cosas importantes se definen cuando nacen. (Jorge Castro, Director)


Versión taquigráfica de la sesión del 5 de enero de la Cámara de Diputados.

Sr. Natale.- ... Vamos a votar en contra de la devaluación monetaria que contiene el proyecto de ley en consideración. Se vuelve a equivocar el diagnóstico, tal como ocurrió en marzo de 2001. La causa del problema económico de la Argentina no es de naturaleza cambiaria sino fiscal. Lo hemos dicho hasta el hartazgo en este recinto y lo previnimos en los últimos años del gobierno justicialista.

Ya en 1995 señalábamos el riesgo de déficit fiscales que obligaban a un endeudamiento creciente y lo reiteramos durante el gobierno de la Alianza. Dijimos que estos endeudamientos iban a sumirnos en una crisis letal, porque el día que no nos prestaran más dinero no íbamos a poder pagar sueldos, jubilaciones ni contratistas, y fatalmente el colapso se produciría por el lado del sistema financiero, tal como ocurrió a partir del colapso bancario que desgraciadamente se desató el 30 de noviembre último.

Hay responsabilidades políticas que han llevado a este desenlace, pero también debemos señalar que hubo responsabilidad del Fondo Monetario Internacional, que no supo encender a tiempo las señales de alarma siendo que se veía claramente cómo el endeudamiento creciente de nuestro país habría de llevarnos a este colapso.

En este momento hay que decir la verdad. El gobierno devalúa porque quiere y no porque deba hacerlo. Es una decisión que ha adoptado en función de un criterio político y que como tal debemos respetar aunque no lo compartamos, pero no es una necesidad impostergable sino una decisión de naturaleza política.

Debo señalar que en el Banco Central hay suficientes reservas como para mantener la paridad uno a uno entre el dólar y el peso. Tengo sobre mi banca el informe del Banco Central al 31 de diciembre de 2001. La tenencia de oro y divisas representa 14.658 millones de dólares, y los títulos nacionales a valor de mercado equivalen a 4.950 millones, lo que hace un total de reservas de 19.608 millones.

Este importe debe respaldar la circulación monetaria en manos del público, que es de 10.960 millones de pesos, más los depósitos de las entidades financieras en el Banco Central, que ascienden a 6.435 millones, lo que representa un total de 17.395 millones. En síntesis 19.608 millones de dólares de reservas, entre oro, divisas y títulos a valor de mercado, para garantizar 17.395 millones de pesos, tal como lo impone la ley de convertibilidad.

Es cierto que la depreciación del euro y el real - las monedas de Europa y Brasil, respectivamente, un continente y una nación con los que la Argentina mantiene importantes corrientes de comercio exterior - ha generado en su momento perturbaciones para nuestras exportaciones como consecuencia de la apreciación del dólar que se registró prácticamente durante diez años por el crecimiento económico de los Estados Unidos.

Pero no es verdad que la depreciación de las monedas europeas y brasileña ha sido un factor enajenante de nuestro comercio exterior. En una década la Argentina triplicó sus exportaciones, y saltó de 8 mil a casi 25 mil millones de dólares en 2001. De manera tal que no se puede sostener con validez que la paridad cambiaria haya sido un factor retardatario de nuestro comercio exterior.

... La devaluación acarreará aumento de precios. Esto es inexorable. Primero se incrementarán los precios de los bienes transables internacionalmente, lo que es fatal y no se podrá evitar. Al respecto es necesario tener en cuenta que como hoy la República Argentina exporta e importa cuantitativamente mucho más que durante los años 80, ese crecimiento de los precios de los bienes transables internacionalmente como consecuencia de la devaluación ha de tener una onda expansiva muy fuerte. Como los argentinos estamos mentalmente dolarizados será inexorable que eso se traslade a los precios de los demás bienes, ya sea porque utilizan insumos importados o directamente porque la sensación generalizada así lo impondrá.

Este fenómeno disminuirá el nivel de vida de todos los habitantes, pero en particular de los sectores de ingresos fijos, los asalariados, y temo que comience la carrera de precios y salarios que la historia argentina ha conocido de memoria durante más de medio siglo.

En esa carrera de precios y salarios el que pierde siempre es el salario porque el ajuste de este último se produce después de que aumentan los precios. Es una ilusión pensar que con las medidas que se propician en la iniciativa en consideración aumentará la inversión en la República Argentina, y todos sabemos que es imprescindible que la inversión aumente para que haya creación genuina de puestos de trabajo. Incluso el texto que estamos analizando prevé el problema del desempleo al limitar los despidos por 180 días y duplicar las indemnizaciones por ese concepto. Esto significa que se considera que una consecuencia fatal de todo esto será la disminución de la demanda de trabajo.

Mal que les pese a quienes propician esta iniciativa, se vuelve a una economía intervencionista, deficitaria, dirigista e inflacionaria. Además, como sucede en todos estos procesos, habrá muchos perdedores y también algunos ganadores. Enhorabuena si ganan los productores agrarios porque bien se lo merecen, pero habrá otros ganadores que no lo merecen. Ya veremos las caras de algunos industriales que se enriquecieron a costa del pueblo, que vendieron sus empresas en suculentas cantidades de dinero y después no reinvirtieron ese dinero en la Argentina sino que lo depositaron en bancos extranjeros, a mucho mejor resguardo que el que ofrecía el sistema financiero argentino. Volveremos a ver las caras de funcionarios y burócratas que decidirán a quién se le asigna el dólar oficial y a quién no, y quiénes tienen la suerte o el privilegio de recibir dólares oficiales podrán competir y utilizar sus actividades económicas con mayores beneficios que aquellos que tengan que recurrir al mercado secundario, paralelo, o como se lo quiera llamar.

Por más controles que se puedan tener, volveremos necesariamente a las fraudulentas subfacturaciones y sobrefacturaciones de nuestro comercio exterior que permitieron obtener pingües ganancias a muchos inescrupulosos importadores y exportadores.

Tengo la sensación de que estamos intentando salir de la crisis no mirando hacia el futuro sino hacia atrás, repitiendo una historia que los argentinos ya hemos vivido y que no necesariamente tenemos que volver a vivir. Si la causa de la crisis es fiscal debimos afrontar el problema por donde correspondía. No ideologicemos la cuestión pensando que la crisis económica responde a un problema de naturaleza cambiaria.

Este es un momento de gran significación para la economía argentina. Tengo la certidumbre de que en el futuro se van a producir cambios de mucha importancia.

Sin querer hacer presagios negativos pero con la fuerte convicción de tener que prevenir sobre el riesgo de desbordes inflacionarios propios de un pasado que nos condena a ser temerosos de que vuelvan a ocurrir, haré una referencia que para nosotros, los demócratas progresistas, constituye una gran evocación.

Un día 5 de enero, como el de hoy, pero de 1939, el doctor Lisandro de la Torre ponía fin a su existencia. Cuatro años antes, en 1935, cuando en el Senado de la Nación se suprimía definitivamente la Caja de Conversión, advertía desde su banca a todo el país que estarían prontos los días en que entusiasmos políticos llevaran al país al desborde inflacionario. Lisandro de la Torre no se equivocó: años después comenzó la tragedia de la inflación en la Argentina. Mucho me temo que hoy se estén recreando aquellos días y que lo que creíamos haber aventado definitivamente de nuestro presente sea dolorosamente el futuro que tengamos por delante.
Alberto Natale , 28/01/2002

 

 

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