El éxito chino es ante todo político.

 


La República Popular China es uno de los dos países más exitosos del capitalismo en su actual etapa de globalización. El otro es Estados Unidos. La característica central de Estados Unidos es que su economía es la más competitiva del mundo, fundada en el mayor nivel de incremento de la productividad del sistema mundial.
A su vez, la economía norteamericana se despliega en el sistema político más abierto, descentralizado y legítimo del mundo actual. Estados Unidos es así un orden social que integra, y dentro del cual interactúan, un sistema económico abierto y competitivo, y un sistema político estable, abierto, y también hondamente competitivo.
-La transición exitosa es siempre discontinuidad-, afirma Douglass North.

El resultado de la integración de los sistemas económico y político estadounidenses, es que su nivel de productividad es el mayor del mundo actual, y su participación en el proceso de globalización es históricamente decisiva, al punto que, hasta 1991, fue un fenómeno esencialmente norteamericano (como la Revolución Industrial fue básicamente británica entre 1780 y 1840), para ampliarse, a partir de entonces, al mundo emergente, sobre todo Asia-Pacifico, y en primer lugar China.

Pero el otro gran éxito de la globalización, la República Popular China, que hace 28 años crece 9.4% anual promedio, y que, en ese periodo, multiplicó por cinco su PBI, y duplica cada 8 años su ingreso per capita, es un régimen bolchevique-leninista, fundado por Mao Tse Tung en 1949, tras 20 años de guerra civil y lucha antijaponesa, ubicado históricamente en las antípodas de la República de los “Padres Fundadores”.

Si el éxito histórico norteamericano es resultado de la integración de sus sistemas económico y político, lo presumible es que, en el caso chino, suceda lo mismo, con su excepcional éxito económico y su sistema político, ambos íntimamente ligados.

“Los sistemas políticos y económicos están orgánicamente vinculados, ambos son parte del mismo orden social; y ningún cambio fundamental puede ocurrir en uno de ellos sin que ocurra en el otro”, dicen Douglass C. North, John Joseph Wallis y Barry R. Weingast en “A Conceptual Framework for Interpreting Recorded Human History”, Working Paper 12795, NBER, diciembre de 2006.

Significa que el desarrollo económico no puede producirse a través de cambios progresivos, graduales (de tipo económico), sino que requiere una transformación drástica, cualitativa, tanto económica como política.

El punto fundamental es que el desarrollo económico no tiene un carácter meramente económico ni, menos aún, un significado gradual, sino que es un cambio drástico cualitativo, a la vez político y económico, más cercano, históricamente, a una revolución que a una mejora de indicadores cuantitativos.

“Hay, claramente, una fuerte correlación entre democracia y desarrollo, pero no es una relación causal”, dice North. La relación causal, en todo caso, es la que se da entre el sistema político y el sistema económico, en la etapa de transición entre ordenes sociales de acceso limitado (aquellos en los que el Estado limita el acceso a las organizaciones sociales y económicas para crear rentas privilegiadas, y lograr que sus titulares sustenten su estabilidad), que son todos, salvo 24, y los ordenes sociales de acceso abierto, fundados en la competencia y no en la creación de rentas; y eso es debido a que la transición entre uno y otros es una empresa política realizada deliberadamente por el impulso del Estado.

¿Y qué es el Estado? “Es una organización, esto es, un grupo de individuos que persiguen una mezcla de objetivos comunes e individuales, a través de una acción parcialmente coordinada y cooperativa”; y esa organización es siempre concreta, históricamente situada. En términos políticos, es una coalición de fuerzas sociales, económicas, políticas, nacionales e internacionales; en síntesis, un sistema de relación de fuerzas. El Estado no es, por lo tanto, una institución o un sistema de instituciones abstractas, sino una organización con una cierta estructura, tanto formal como informal, cuyo problema central es como estructurar acuerdos internos sustentables entre las fuerzas integrantes.

“La transición exitosa es siempre discontinuidad”, dice North. “Las teorías de la economía que toman a la política como exógena, y las teorías políticas que toman a la economía como exógena son incapaces de explicar el proceso del moderno desarrollo social.”

El éxito histórico chino es inseparable de la reformulación de su sistema político realizado por Deng Xiao Ping en 1978, al terminar con la Revolución Cultural. Es el resultado de una “revolución dentro de la revolución”.

Los sistemas políticos que llevan a cabo exitosamente la transición hacia un orden abierto, son empresas históricas con un objetivo determinado. En términos de Juan Bautista Alberdi, son la “Republica Posible” que se empeña en construir la “Republica Verdadera”.

Publicado en EL CRONISTA el 9/1/07
Jorge Castro , 08/01/2007

 

 

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