Inestabilidad en América Latina
Crisis política y baja inversión

 


México tiene ya un doble poder al ser proclamado esta semana en la Plaza del Zocalo Andrés López Obrador como “presidente legítimo de los mexicanos”, en abierto desafío al mandatario constitucional, Felipe Calderón, elegido en los comicios del 2 de julio del 2006 y ratificado por el Instituto Federal Electoral (IFE).
La crisis política mexicana escaló así desde la disputa electoral entre López Obrador y Calderón, a una puja por el control del poder político que obliga a los antagonistas a desplazar al otro en un plazo breve, de días o semanas.
Mientras tanto, la denuncia de ilegitimidad de Calderón por López Obrador adquiere características insurreccionales en el sur de México, en el Estado de Oaxaca, donde el poder está en las calles y el gobierno nacional no logra retomar el control de la situación a pesar del envío de fuerzas federales.

Once meses después de haber triunfado con el 53% de los votos, el presidente Evo Morales se enfrenta al desconocimiento de su autoridad por 6 de los 9 prefectos que encabezan los departamentos bolivianos, y al vaciamiento del Senado, que abandonaron los 15 representantes de la oposición, lo que impide el funcionamiento del poder legislativo.

Estas situaciones de desintegración del poder tienen lugar cuando América Latina crece a una tasa del 6% anual en los primeros tres trimestres del 2006, y cuando todos los países de la región lo hacen sin excepción, México y Bolivia en primer lugar.

El crecimiento económico y la crisis política corren por vías paralelas en América Latina. La característica de las paralelas es que nunca se tocan, ni siquiera en el horizonte. Sin embargo, en la región esta regla de la física tiene una excepción: la tasa de inversión.

El promedio de la tasa de inversión en América Latina es 21.6% del PBI (2006), con un aumento de 3 puntos respecto a la crisis del 2002 (18.4%), pero levemente inferior al pico histórico de 1998: 21.7%.

La tasa de inversión en México es 21.4%, la de Brasil 20.4%, la de Argentina 21.4%, la de Venezuela 19.9%. Por encima del promedio regional se encuentra Colombia, con una tasa de 24.6%, lo que significa que ha crecido casi 10 puntos en menos de 4 años (2002: 15%, 2006: 24.6%).

En otra escala, cualitativamente diferente al conjunto de América Latina, está Chile, con una tasa de inversión de 30.1% este año, 10 puntos por encima del promedio regional y a sólo 4 puntos de diferencia con el nivel promedio del Asia emergente (China, India, etc), que es 34.3%.

El crecimiento de la inversión en Colombia coincide con los años del gobierno del presidente Alvaro Uribe (2002-2006), no obstante la situación de guerra interna, auge del terrorismo y peso del narcotráfico.

Standard and Poors, la principal evaluadora de riesgo de Wall Street, explica porque aconseja invertir en China en vez de hacerlo en América Latina, a pesar de que en la Republica Popular no hay independencia de poderes ni tampoco libertad de prensa, por el régimen de partido único.

Sostiene que el sistema chino, no obstante sus particularidades antiliberales, es previsible y estable desde hace 28 años; y no sucede lo mismo en América Latina. La excepción es Chile, que mantiene el mismo modelo económico hace 3 décadas sobre la base de un sistema político fundado en un acuerdo nacional vigente en los últimos 17 años.

El caso argentino es especialmente revelador de esta relación entre nivel de inversión, tasa de crecimiento y sistema político. En la década del 80, la Argentina experimentó una caída del PBI per capita de 2.1% anual promedio, provocada por un colapso de la productividad, en que la productividad de la totalidad de los factores (PTF) cayó 3% anual promedio en ese periodo (“Argentina´s Lost Decade and Subsequent Recovery” del Premio Nobel Finn E. Kydland y Carlos E. Zarazaga).

En la década del 90 (1990-1997), la PTF creció en la Argentina 7% anual promedio, un nivel sin precedentes en la historia del país; y sin embargo, el stock de capital, resultado de la tasa de inversión, que tendría que haber sido 15% superior al periodo previo, permaneció estancado.

La experiencia internacional indica que, con un nivel de aumento de la productividad como el de la década del 90, la tasa de inversión tendría que haber sido dos o tres veces superior a lo que efectivamente fue. Esta anomalía indica que la tasa de inversión no está vinculada en forma directa a factores económicos, como, por ejemplo, el nivel de productividad o el crecimiento del PBI, sino a las expectativas políticas de los inversores sobre la estabilidad o permanencia de las reglas de juego, esto es, del sistema de poder.

La estabilidad en América Latina, se afirma, es el resultado de disponer de superávit fiscal, superávit de cuenta corriente y alto nivel de reservas. En estas condiciones, se agrega, la crisis política no implica inestabilidad. Esta visión no logra explicar lo que sucede con la tasa de inversión, que está directamente afectada por lo que ocurre en el sistema político.

“Pensar lo nuevo es pensar de nuevo”, dice Heiddegger
Jorge Castro , 27/11/2006

 

 

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