Japón se globaliza
Nueva era Meiji

 


Japón perdió la década del 90, al experimentar 13 años continuados de depresión económica (1990-2003), en los que el producto creció 0.6% anual promedio. Hoy, el producto bruto per capita japonés es 30% inferior al norteamericano; y la diferencia se amplió 13 puntos porcentuales desde 1991.
La población japonesa de 127 millones de habitantes se reduce aceleradamente en términos absolutos; y la estimación del gobierno de Tokio es que, al terminar el siglo, será aproximadamente la mitad de la actual.

“Japón sigue siendo incapaz de enfrentarse con las realidades de la globalización. Si permanece como es actualmente, pronto se encontrará aplastado por aquellos países del Asia, como China e India, de rápido crecimiento económico,” sostiene el Council on Economic and Fiscal Policy, la oficina de planeamiento del Primer Ministro japonés en su Strategy in the Globalizing Economy del 18 de mayo del 2006.

“No hay nada que esclarezca más la mente que la posibilidad de ser ejecutado en un plazo de dos semanas”, dice Oscar Wilde.

La característica central de la economía japonesa es su bajo nivel de crecimiento potencial de largo plazo, Japón crece este año 2.7%, por encima de su capacidad de crecimiento potencial, que no supera el 2%.

No obstante, Japón es la segunda economía del mundo; y sus grandes industrias globales son las más competitivas del planeta.

La productividad de las grandes empresas exportadoras de automóviles (Toyota) es 40% superior a la de sus competidores. La industria automovilística japonesa tiene el 25% del mercado norteamericano, y llegó a tener el 30%. Pero esas grandes industrias exportadores representan poco más del 10% de producto bruto interno.

La economía surgida en los 30 años del “milagro japonés” (1954-1984) es estructuralmente “dualista”. Por un lado, un sector externo altamente competitivo internacionalmente, con fuertes niveles de incremento de la productividad. Por el otro, un mercado interno protegido y subvencionado, con baja productividad, y un tipo de cambio real 3 o 4 veces superior al nominal, con su propio sistema de precios. Tras el estallido de la burbuja especulativa de 1989, y al intentar mantener vigente el sistema “dual” durante la depresión de los años 90 con un aumento extraordinario del gasto publico, la deuda oficial creció sideralmente, hasta llegar al 140% del PBI.

Sólo en 1993, el gobierno japonés gastó más de 320.000 millones de dólares en obras públicas. Si se compara el tamaño de los dos países, el gasto japonés, ese año, fue treinta y dos veces el norteamericano.

El sistema político que creó esta “economía dual” tiene su eje en el Partido Liberal Demócrata (PLD), organización dominante desde el retiro de los EEUU en 1954.

El PLD fue controlado durante 40 años por una pluralidad de facciones de peso similar, que elegían por consenso un primer ministro que duraba sólo dos años y carecía de libertad de acción. Este sistema político actuaba a través de una estructura estatal ampliamente descentralizada de 47 prefecturas o gobiernos locales.

Todo cambió con Junichiro Koizumi, el premier que entregó el poder en septiembre a Shinzo Abe, tras gobernar cinco años. Koizumi logró imponer su autoridad a las facciones del PLD, al establecer por primera vez, desde la Segunda Guerra Mundial, un vínculo directo con la opinión publica japonesa. Koizumi hizo dos cosas, además del cambiar el sistema político: terminó con la cartera de créditos incobrables de los bancos tras el estallido de la burbuja especulativa de 1989 (Y 44 billones, 7% PBI); y privatizó el sistema de ahorro postal, con depósitos por más de 2 billones de dólares, en el que se financiaban, como un presupuesto paralelo, las facciones del PLD y las 47 prefecturas.

Ahora Shinzo Abe lanza un nuevo estadio de cambios en Japón. El objetivo es transformar la “economía dual”, incorporando, por primera vez la economía japonesa a la globalización de la economía mundial. El instrumento es una serie de acuerdos de libre comercio en el sudeste asiático, incluido uno con China; y también otro con los EEUU. El objetivo es profundizar la trasnacionalización de la industria japonesa, y atraer en gran escala la inversión directa de las empresas transnacionales, hoy insignificante. Estos acuerdos de libre comercio son ante todo instrumentos de cambio interno.

Abe sabe que la transformación de la “economía dual” implica la reforma de la actual estructura político-estatal: las 47 prefecturas se reducirán en una década a no más de 5-6 entidades semejantes a los estados norteamericanos. La presunción es que la productividad es sistémica y que abarca tanto lo público como lo privado.

“Para realizar esta transformación de fondo hay que pensar estratégicamente, lo que significa pensar en términos de tiempo y de prioridades” dice el Council on Economic and Fiscal Policy; “y el marco temporal es hasta el 2010, no más, con especial énfasis en los próximos 1 o 2 años.”

Japón puede haber comenzado una nueva “era Meiji”.

Publicado en el DIARIO PERFIL el 19/11/06
Jorge Castro , 20/11/2006

 

 

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