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Kirchner y la opinión pública. |
El efecto cascada, desencadenado por la derrota del oficialismo en Misiones, revela que lo ocurrido el pasado domingo 29 marca un “antes” y un “después” en la política argentina.
La decisión del presidente Néstor Kirchner de impulsar la renuncia a los intentos de reelección de los gobernadores Eduardo Fellner y Felipe Solá, más la instalación de la posible candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, revelan una acertada lectura de la situación. |
Los resultados de Misiones fueron categóricos. Pero hubo un dato que tal vez no fue suficientemente destacado: si en el nivel provincial el Frente Unidos por la Dignidad logró el 56% de los votos ante el 43% del oficialismo, en la ciudad de Posadas el resultado fue 67% contra 33%. Se produjo allí una diferencia de 34 puntos, absolutamente inédita en la historia electoral misionera de los últimos cuarenta años.
Una conclusión se impone: la clase media de los grandes centros urbanos de Misiones y, por extensión, de la Argentina –que conforma lo que se denomina habitualmente la opinión pública y, a veces, más eufemísticamente, “la sociedad” o “la gente”– ha comenzado a manifestarse absolutamente en contra del reeleccionismo como práctica política. Y el respaldo de la clase media urbana, protagonista del “cacerolazo” que aceleró la caída del gobierno de la Alianza, es una de las dos claves de la gobernabilidad en la Argentina post 2001.
El otro factor clave de la gobernabilidad es el control político de las movilizaciones callejeras. De allí, la preocupación del presidente Kirchner por el “fenómeno Blumberg”. De hecho, la convocatoria multitudinaria realizada el 31 de agosto de este año por el ingeniero Blumberg en Plaza de Mayo puso en discusión, al mismo tiempo, los dos supuestos de la gobernabilidad: le quitó al oficialismo el control de la calle como recurso de poder, y reflejó un punto de inflexión en el estado de la opinión pública, movilizada por el tema de la seguridad.
Ese viraje se verificó en los sondeos de opinión. Antes de Misiones, ya había encuestas que consignaban que la intención de voto a Kirchner se había reducido un 12% en los anteriores cuarenta y cinco días. Lo de Misiones hizo que ese cambio de viento se manifestara en las urnas.
Lo que viene ahora es una historia con final abierto. Pero en la que un punto fijo se ha establecido. Es lo contrario, exactamente, de la impresión predominante hasta las elecciones misioneras, que reducía la dinámica política de 2007 a “la historia de una reelección anunciada”. Con un agregado: sin el control político de las movilizaciones callejeras y con una pérdida creciente del respaldo de la opinión pública por parte del Gobierno, entendidas como las dos claves fundamentales de la gobernabilidad en la Argentina, la cuestión política no es sólo de índole electoral. A partir de ahora, es indispensable seguir atentamente cómo este cambio cualitativo de situación es metabolizado políticamente en el justicialismo, un movimiento experto en detectar los deslizamientos de poder y actuar en consecuencia.
Publicado en el Diario LA NACIÖN el 16/11/06
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Jorge Castro , 16/11/2006 |
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