Después de varios días en el Calafate, ya de regreso en la Casa Rosada y cuando la sociedad esperaba algún comentario suyo, tal vez una autocrítica por el apoyo espiritual y material brindado al plan de reelección perpetua del gobernador misionero, el presidente Kirchner hizo trascender una frase que fue un mensaje para la prensa y, en general, para todos los súbditos del reino: "A mí nadie me va a imponer los tiempos", dicen los correveidiles que dijo.´ |
" El resto es silencio"
William Shakespeare, Hamlet, Acto 5 Escena 2
Desde su refugio patagónico, el Presidente ya había impuesto una férrea disciplina a su equipo de gobierno: nadie debía hablar de lo ocurrido en Misiones y debían evitarse reuniones políticas entre ministros que pudieran interpretarse como cabildeos o reflexiones tendientes a hacerse cargo del cataclismo. Como diría el obispo Berkeley: "Cierro los ojos y el mundo no existe".
La reacción frente a la primera marcha convocada por Blumberg por el tema de la seguridad pública, en abril de 2004, le había demandado al Presidente casi un día de hermetismo; no quiso ser testigo de la demostración y voló a Tierra del Fuego. Finalmente, habló para dejar caer culpas sobre el manejo de la policía bonaerense por parte de Felipe Solá.
La reacción frente a la tragedia de Cromagnon le reclamó a Kirchner casi 4 días de silencioso enclaustramiento en Calafate. Ni una palabra pronunció sobre el tema en esas jornadas, ni siquiera una declaración a la Agencia TELAM. Finalmente, la Casa Rosada, para evitar la contaminación, dejó caer sin demasiadas lágrimas a su principal aliado transversal, Aníbal Ibarra.
Hubo análogos lapsos de mudez ante las manifestaciones que concluyeron con la muerte de un policía en Santa Cruz (crimen que, dicho sea entre paréntesis, se mantiene impune) y ante los primeros cortes de los pasos a Uruguay, en Entre Ríos.
Ahora, la derrota en Misiones lo volvió a ver silencioso al Presidente: superó limpiamente la marca establecida ante la tragedia de Cromagnon y recién el viernes 3 de noviembre, a 120 horas del revés, emergió un mensaje desde el gobierno. No fueron palabras de Kirchner, disculpas o autocrítica, sino un gesto que, en cualquier caso, es una confesión de haber sentido el piñazo misionero: al salir de una entrevista con el Presidente, el gobernador jujeño, Eduardo Fellner, un kirchnerista de la segunda hora, declaró a la prensa que renunciaba a intentar su tercera reelección.
Aseguró que había sido Kirchner quien acababa de recomendarle esa retirada. A buen entendedor, pocas palabras: el mismo presidente que impuso la reelección perpetua en su provincia, Santa Cruz, que había sostenido igual medida impulsada por Carlos Rovira en Misiones y que hasta hace unos días alentaba a los gobernadores de su palo a buscar su permanencia en el cargo, exhibía un cambio de criterio producto del voto castigo de los misioneros.
Se trata de una perspicaz modificación del rumbo, aunque es objetable que el Presidente considere que no debe dar explicaciones en voz alta. También sorprende la morosidad presidencial, que lleva a preguntarse cuánto tiempo de silencio e indefinición le podría demandar al gobierno una crisis de envergadura mayor. Una vez más se verifica la recomendación que Kirchner les extendió a líderes empresarios españoles durante una visita a Madrid: No presten atención a lo que digo, sino a lo que hago. En este caso, no hay que atender a lo que no dice, es decir, a ese silencio que simula indiferencia o lejanía de los hechos, sino a lo que ha empezado a hacer: desactivar las re-reelecciones de sus amigos.
¿Incluye esa conducta -esas directivas- a Felipe Solá? Desde La Plata, el gobernador bonaerense parece el personaje de aquel cuento zafado que repetía " No se oye, padre" cuando prefería no cumplir los consejos de su sacerdote. Pero lo cierto es que sus chances de ser candidato en 2007 se han visto notablemente reducidas después de la derrota oficialista en Misiones. No sólo conspiran contra ellas el ejemplo misionero y la decisión de un amplio espectro de sectores dispuestos a resistirla (desde Elisa Carrió y Margarita Stolbizer a Juan Carlos Blumberg, desde el rabino Sergio Bergman a Mauricio Macri, Roberto Lavagna y Ricardo López Murphy), sino también duques y barones del kirchnerismo que aspiran a ocupar la candidatura oficialista (el ministro del Interior Aníbal Fernández, el senador Pampuro, por caso) y muchos otros prófugos del duhaldismo.
Sacar del juego a Fellner y a Solá no es una operación sin costo para Kirchner: se ve obligado a ese juego por obra del revés de Misiones, pero en ambos casos se priva de las personas que mejor compiten en las encuestas de sus respectivos distritos y sospecha que esas bajas pueden tener consecuencias dañinas para él en las presidenciales del año próximo. Es otra factura que le impone su fuerte apuesta por la reelección perpetua de Rovira: ahora tiene que sobreactuar en sentido inverso a costa de sus propias chances reeleccionistas.
Pero el oficialismo no es el único que prefiere no hablar de sus derrotas. Las firmas dedicadas al estudio de la opinión pública que midieron para el gobierno las tendencias electorales en Misiones exhibieron una performance bochornosa: daban a Rovira triunfando por 15 y 20 puntos de diferencia. Considerando que el gobernador perdió por 14 puntos, el error fue garrafal, de 30 o más puntos. No es arbitrario preguntarse ahora, cuando se pudo confrontar sus cifras con las de la realidad, si las marcas oceánicamente favorables al Presidente y otras figuras del gobierno que esos encuestadores del oficialismo distribuyen a los medios con frecuencia, no deben ser corregidas en un 20 o 30 por ciento, aplicando el factor de rectificación Rovira. También en este campo el gobierno perdió al emplear su arsenal en beneficio del gobernador misionero: erosionó notablemente la credibilidad de sus encuestadores amigos.
En relación con encuestas, otro ejemplo de " esto no se habla", que esta vez no emana directamente del oficialismo, sino de sectores empresariales. La conducción que tuvo este año IDEA en su clásico encuentro, realizado en Mar del Plata, hizo un enorme (y frustrado) esfuerzo por caerle bien al gobierno, que decidió no enviar a ninguno de sus ministros a ese foro. Entre las reverencias que la conducción de IDEA practicó a la distancia hacia la Casa Rosada, dos tienen que ver con encuestas. Uno: para no incluir temas que pudieran irritar al Presidente, los cuestionarios a los ejecutivos modificaron su formato tradicional, de modo que no se puede comparar las respuestas de este año con las de años anteriores. Por otra parte, un diario porteño realizó una consulta entre los empresarios presentes preguntando, entre otras cosas, a quién pensaba votar cada entrevistado en el año 2007. La encuesta no dio ganador a Néstor Kirchner. El titular de IDEA, alegando que la compulsa no era oficial, inició tratativas (finalmente exitosas) para que sus resultados no fueran difundidos.
El resto es silencio.
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Jorge Raventos , 11/05/2006 |
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