El mapa del comercio global.

 


Es el cuarto año de expansión de la economía mundial, con el nivel más alto de los últimos 30 años. Estados Unidos y China encabezan esta nueva etapa en la historia de la economía mundial, cuyas características ya están generando cambios trascendentales en el comercio internacional de una magnitud tal que sólo son comparables con la Primera Revolución Industrial, a fines del siglo XVIII.
América Latina se enfrenta a esta situación con una serie de ventajas comparativas. Es un proveedor destacado de commodities, pero aún tiene que avanzar para enfrentar los desafíos del actual mapa del comercio mundial. La actual fase de la globalización es sinónimo de comercio internacional e inversión extranjera directa, más un aumento sistemático de la productividad. Si un país no progresa en estos aspectos, participa cada vez menos de la corriente central de la época. Esta es la forma actualizada de la marginación.

Este auge de la economía mundial responde a un doble impulso: el aumento de la productividad en los Estados Unidos y el crecimiento asiático, especialmente de China.

En la última década, la economía estadounidense experimentó un boom de productividad. En los últimos tres años, este indicador aumentó a una tasa 3,5% anual, el nivel más alto desde los 60.

En conjunto, el crecimiento de la productividad de la última década se equipara al mejor desempeño de los últimos 100 años. Además, hoy la tasa de ganancia de las empresas estadounidenses representa el 12,2% del producto bruto interno. Esas ganancias crecieron 123% a partir de mediados de 2001, el mayor nivel desde la segunda guerra mundial.

Ese boom de productividad estadounidense fija el standard más avanzado de la economía mundial en su fase de globalización, al que los demás países y regiones procuran converger, con éxito dispar.

Esta situación explica la paradoja de que, mientras el dólar estadounidense se deprecia (ha disminuido 15% su valor real desde el 2002), el déficit comercial y de cuenta corriente, en vez de disminuir, aumenta, hasta alcanzar 6,5% del producto bruto interno en 2006.

El mundo está dividido en dos. Por un lado, están los países que tienen superávit comercial y de cuenta corriente (casi todos) y, por el otro, Estados Unidos, que tiene doble déficit.

El resto del mundo financia el crecimiento estadounidense, aumentando su tasa de inversión porque su mayor productividad ofrece mayor rentabilidad para las inversiones que se realicen en su territorio.

El déficit de cuenta corriente estadounidense no es un desequilibrio de la economía mundial, sino un rasgo estructural de la globalización en este contexto histórico.

El otro impulso del crecimiento global es la incorporación de China, India y los países de Asia—Pacífico al mercado mundial. Entre 1978, cuando comenzó el proceso de reformas en China, y 2005, el producto chino se multiplicó por cinco y su co mercio internacional creció 70 veces. En los últimos 28 años, el volumen de las exportaciones chinas creció 17% anual promedio.

Pero lo decisivo del boom exportador chino no es cuánto exporta, sino qué exporta. En 2005, el 30% de sus exportaciones fueron productos nuevos de alta tecnología, sobre todo de la tecnología de la información. En los últimos dos años, los bienes industriales de tecnología tradicional disminuyeron más de 30%, mientras que los de alta tecnología crecieron 260% en ese período.

En 2005, todos los países de América Latina crecieron, sin excepción. Es la primera vez que esto sucede en 27 años. Las economías de la región crecieron un promedio de 5,6% en 2004, el nivel más alto desde 1981, 4,3% en 2005 y se prevé un 4, 6% este año.

La deuda pública, en tanto, disminuye: mientras en 2002 era el 72% del producto bruto interno, en 2005 cayó al 53%. En ese período, el déficit fiscal pasó de un promedio de 3,3% del producto bruto interno a 1,7%.

The Economist prevé que en quince años la economía global será dos tercios mayor que la actual. China será responsable del 27% de este crecimiento y se transformará, junto con Estados Unidos, en el mayor consumidor mundial.

Hasta 2020, más del 50% del crecimiento de la economía mundial será obra de tres países: EEUU, China e India.

La participación sudamericana en el total de las importaciones chinas fue de 2% en 1990 y alcanzó un 4% en 2004. Las exportaciones chinas a la región pasaron del 1% a 3%.

Brasil es el país latinoamericano que más exporta a China. Pero sus ventas representan sólo el 1% del total de las importaciones chinas. No obstante, las exportaciones chilenas de cobre son un quinto del total de las importaciones chinas. Chile es relevante para la provisión de este metal y recientemente firmó un acuerdo de libre comercio con China.

En materia de alimentos, China importa sólo 5% de lo que consume, pero lo hace sobre todo de la Argentina y Brasil, que le venden más de un tercio de sus importaciones agrícolas. La Argentina participa con 15% del total y Brasil con el 14%. Del 15% que vende la Argentina, más de la mitad es soja. En el caso de Brasil, es el 30%.

En las importaciones chinas de alimentos, la soja es crucial. El complejo oleaginoso es el 78% de las exportaciones argentinas a China. Un 30% de la soja que consume China proviene de la Argentina.

El resultado es que el mercado mundial de commodities está unido al ciclo económico asiático, y no al norteamericano, como sucedió desde la segunda guerra mundial.

Para América del Sur, el vínculo con China—Asia/Pacífico es sinónimo de globalización en la primera parte del siglo XXI.

Es semejante a lo que sucedió con Gran Bretaña en los últimos 30 años del siglo XIX, sólo que esta vez se trata de una región que es la mitad de la población del mundo y que crece dos veces por encima del promedio mundial.

Publicado en CLARÏN, SUPLEMENTO RURAL el 28/10/06
Jorge Castro , 31/10/2006

 

 

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