Proyección Internacional de la Argentina a través de la Agroindustria

 

Texto de la conferencia pronunciada por el presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico Dr. Jorge Castro en Tanti (Córdoba), el 24 de agosto de 2000
CONTEXTO

En etapas de transición como la que atraviesa el mundo de hoy nadie puede pretender adivinar el futuro. Lo que resulta posible y necesario hacer es identificar las principales tendencias mundiales y, sobre esa base, buscar los mecanismos para insertarse en ellas y aprovechar las oportunidades que abren, a partir de un esfuerzo nacional de voluntad de orden político.

Una de esas tendencias fundamentales, que surgen en esta fase de globalización del sistema productivo, es que sólo pueden prosperar aquellas actividades económicas que sean inmediatamente competitivas en el mercado mundial. En una economía mundialmente cada vez más abierta, en la que la competencia es por naturaleza competencia internacional, no hay tiempo ni espacio suficientes para "inventar" ventajas competitivas. Sólo pueden existir ventajas competitivas. Sólo pueden existir ventajas competitivas donde existen ventajas comparativas que las sustenten.

Una de las razones estructurales de la crisis que azotó a importantes países del sudeste asiático fue consecuencia del agotamiento de una estrategia de desarrollo destinada a generar artificialmente ventajas competitivas en sectores y rubros en los que no había ventajas comparativas capaces de sustentarlas.

Otra de esas tendencias estructurales es hacia el aumento incesante de la demanda mundial de alimentos. La primera razón de ello es la explosión demográfica: la población mundial habrá de duplicarse alrededor del año 2035. Al mismo tiempo, el crecimiento económico de países asiáticos como China - con más de 1200 millones de habitantes - y la India - con 800 millones de habitantes - incrementa fuertemente el nivel de ingresos y, por lo tanto, la demanda de alimentos de poblaciones que parten de muy reducidos niveles de consumo.

Según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico - OCDE - el suministro per capita de alimentos para el consumo humano se encuentra en la actualidad un 19% por sobre los índices de 30 años atrás. El suministro per capita de alimentos creció 32% sobre el mismo periodo.

Por otro lado, la OCDE ha estimado que la producción agrícola mundial crecerá a una tasa promedio del 1,8% anual hasta el año 2010.

Según la OCDE, el suministro alimentario per capita en los países en desarrollo continuará en crecimiento, de las 2.500 calorías de 1988/90 y 2.550 calorías en 1995/96 a alrededor de 2.770 calorías para el año 2010. Esto significa que para el año 2010 las regiones del Cercano Oriente/Norte de Africa, el Este de Asia (incluida China) y América Latina/Caribe estarán por encima de las 3.000 calorías.

En los últimos 25 años la producción per capita de cereales a nivel mundial creció de 303 kg. (en 1969/71) hasta un tope de 342 kg. (en 1984/86), pero desde entonces declinó hasta 327 kg. (en 1989/91) y 307 kg. (en 1993/95). La producción mundial de cereales proyectada en 2.334 millones de toneladas para el 2010 equivale a unos 327 kg. per capita.

Por otro lado, la OCDE sostiene que alrededor del año 2010 se estará en un incremento histórico de la población en términos históricos anuales. Para el año 2010 la población mundial se ubicará alrededor de los 6,9 billones de personas (de los cuales un 53% estará localizada en áreas urbanas) en lugar de los 5,3 billones de 1990 (con un 43% de personas ubicadas en áreas urbanas). Un 95% del total de este crecimiento entre 1990 y el 2010 se ubicará en países en desarrollo.

La demanda proveniente de China y el Sudeste Asiático

El Asia Pacífico representa un mercado de más de 2.000 millones de potenciales consumidores, aproximadamente un tercio de la población mundial. Algunas cifras dan un panorama mas claro al respecto: China importa, desde diferentes lugares del mundo, alimentos por US$ 18.000 millones, Hong Kong lo hace por US$ 10.000 millones y Singapur por US$ 5.200 millones.

Aquí sobresale la situación de China que según el World Watch Institute, se transformará en un importador neto de granos. En 1990, China tuvo una importación neta de sólo 6 millones de toneladas, pero se calcula que en el 2030 su déficit de granos superará el volumen total de las exportaciones mundiales de granos de 1995.

Esta clase de análisis se sustenta en dos datos significativos. El primero hace alusión al hecho que China posee alrededor de un 20% de la población mundial y solo un 7% de la tierra arable del planeta, lo que hace suponer que este país necesitará importar grandes volúmenes de granos para alimentar a su población.

Además, China destinará más granos a la producción animal debido a que la disponibilidad de tierras es limitada porque se encuentran ocupadas por la población, por lo tanto, así como sucedió con Japón y otros países asiáticos, tampoco podrá elevar excesivamente los rendimientos, ya que se encontrarían en su punto máximo.

Además, China esta pasando por una "transición dietética", que significa pasar por una dieta alta en féculas (arroz, trigo y porotos de consumo directo) a una dieta alta en proteínas de origen animal, lo que nos permite concluir la existencia de un aumento de la demanda de carne vacuna, sector en el cual debe ocupar un lugar de preponderancia.

Este enorme mercado asiático se presenta como un gran desafío y una excepcional oportunidad para el agro argentino.

LA SITUACION ARGENTINA

En este sentido, la Argentina tiene por delante una extraordinaria oportunidad para fortalecer su competitividad internacional y su inserción en la economía mundial, a través de una profundización de su especialización productiva en la cadena agroalimentaria que la ubica ya en primera línea entre los grandes países productores de alimentos.

Entre los grandes países productores de alimentos, la Argentina, por su población relativamente escasa, es el que tiene mayor potencial exportador y, por su reducido capital actual invertido por unidad de producto, el que presenta mayor potencial de desarrollo.

Como reflejo de esta situación, en el transcurso de los años noventa la producción agrícola se ha incrementado en un 84%, frente a un 51% de la industrial. El impulso del agro se transmite a las industrias proveedoras y a las que usan su producción como materia prima. Entre las primeras, la producción de agroquímicos ha crecido 131%, la fabricación de cosechadoras 240% y la de tractores 60%. Entre las segundas, la industria aceitera ha crecido 51%, la de lácteos 31% y la faena avícola 16%.

Una característica relevante de la industria alimentaria es que ha originado proporcionalmente más puestos de trabajo fuera de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, que es donde se concentra el 48% del empleo para el conjunto de la industria manufacturera. La concentración del empleo de la industria de los alimentos en esa área es del orden del 30%. Esto indica que la industria de los alimentos está más difundida en el territorio nacional que el promedio de las otras industrias, lo que es congruente con el tipo de consumo a que da lugar y la especialización del país en el rubro agroalimentario.

En la década de los '90 el sector agroalimentario argentino recibió una gran masa de inversiones. Estas inversiones se dieron a partir de la puesta en marcha del Plan de Convertibilidad en el año 1991, que introdujo la variable ligada a la estabilidad y previsión macroeconómica, esencial para todo proceso de inversión.

Las inversiones concretadas, las que están en desarrollo y las proyectadas para el período 1990-2000 ascendían a US$ 8.242 millones y representaban el 21,5% del total de la industria manufacturera; el 40% correspondían a ampliaciones, el 37% a compras y el 22% a nuevos establecimientos. El monto de la inversión extranjera sobre ese total era de US$ 5.773 millones.

En un principio, las inversiones se orientaron a actividades vinculadas al mercado interno - cerveza, producción de aves, chocolates, gaseosas y productos de panadería -, pero con la consolidación del proceso de estabilidad y después del período de rápido crecimiento del consumo local, las inversiones se concentraron en actividades conectadas con la exportación - aceites vegetales, lácteos, captura y procesamiento de pescado y, en general, productos alimenticios con alto grado de elaboración.

Los alimentos ocupan el tercer lugar en la preferencia de los inversores extranjeros después de las telecomunicaciones y la industria automotriz. Las inversiones provinieron de las principales firmas mundiales, confirmando que la Argentina se ha convertido en una plataforma internacional para la industria alimentaria, lo que permite predecir que la importancia del sector en las exportaciones tenderá a acrecentarse en los próximos años.

Sobre la base de los precios de 1993, la OCDE preveía que hasta el año 2000 la Argentina podría crecer un 79% de aumento en los rindes para el maíz, un 43% para los granos de soja, un 63% para el algodón y un 90% para las papas. Aun con explotación extensiva, la Argentina dispondrá de grandes excedentes exportables y, además, podrá acrecentar la producción cerealera gracias a la extensión de la frontera agrícola o de la superficie cultivada, pero eso dependerá del balance de precios entre la agricultura y la ganadería. A la explotación más intensiva de la superficie actual, se podrían agregar 8 millones de hectáreas más si los precios fueran suficientemente atractivos.

La Argentina viene registrando un aumento importante en la participación de las exportaciones mundiales. Si bien esta participación aún es pequeña, 2,28% en el año 1997, se ubica en niveles muy superiores a los 0,57% registrados en el año 1990.

El objetivo prioritario es avanzar rápidamente en la conversión de esas innegables ventajas comparativas en nítidas ventajas competitivas.

Esa especialización agroalimentaria abarca por definición a la totalidad de la cadena productiva. No se limita a la expansión de la producción agrícola y ganadera. Involucra también el desarrollo de una industria capaz de dotar de alto valor agregado a esa producción primaria, la consolidación de múltiples industrias conexas (petroquímica, maquinaria agrícola, automotriz), la ampliación de la red de servicios y la profundización de los avances en el campo de la biogenética.

La conversión de la Argentina en una gran potencia exportadora de alimentos no es una reivindicación de tipo sectorial. Es un objetivo nacional. Cada avance en su concreción ejerce un fuerte impacto multiplicador sobre el conjunto del sistema económico en beneficio de todos los sectores productivos, sociales y de todas las regiones del país.

Por eso mismo, la revolución de los alimentos tiene un carácter nacional y no sectorial. Tiene una dimensión industrialista, ya que es la dialéctica de la especialización en el mercado global la que produce diversificación industrial hacia adentro.

La búsqueda de una estrategia de diversificación industrial no es una elección independiente de las circunstancias históricas. Está condicionada a las reglas que impone la economía mundial y a las posibilidades del país. La idea de la especialización suele aparecer como una limitación, y más si está asociada a la exportación de productos primarios con bajo valor agregado. Sin embargo, en la perspectiva de una inevitable consolidación de la economía global, la especialización agroalimentaria constituye el único punto de partida posible para una estrategia de diversificación competitiva de la industria argentina.

Estamos en el umbral de una era en que se generaliza la producción global sobre la base de una revolución tecnológica que modificará hasta lo inimaginable los hábitos de vida y la creación de riqueza. La Argentina no tiene la alternativa de discutir las opciones que le ofrece este dato histórico. No puede detenerse en tratar de revivir un pasado que no volverá. El único camino es adaptarse de la forma más creativa posible a la sociedad mundial fundada en el hecho estructural de la globalización que se conforma aceleradamente a la vista.

En las actuales condiciones internacionales, lo principal para todo país es aumentar en forma significativa y persistente el nivel de productividad promedio de su economía. Es la única forma en que es posible incrementar las exportaciones en una economía globalizada. A partir de la base de las ventajas comparativas, es necesario agregar el concurso de la tecnología y el uso intensivo del conocimiento. Los mejores ejemplos de este tipo de desarrollo son Canadá y Australia, países que empezaron siendo grandes productores primarios y conservan esa característica, pero que se sitúan en el mercado mundial como centros industriales que elaboran una amplia diversidad de productos con alto valor agregado.

Pero una especialización competitiva de la Argentina no puede restringirse a la producción primaria. Será posible alcanzar superiores niveles de productividad cuando el país logre integrar la totalidad de la cadena alimentaria. Sólo de esta forma se podrá crear la escala necesaria para realizar las inversiones en alta tecnología necesarias para competir en un mercado de productos de elevado valor agregado.

Por consiguiente, no hay que temer a la especialización productiva de la Argentina en el negocio de los alimentos. Al contrario, se debe acentuar y profundizar, apostando deliberada y lúcidamente a ella. El camino de la especialización productiva en la cadena agroalimentaria es una de las bases para alcanzar superiores niveles de productividad que permitirán incrementar la expansión económica.

Para la Argentina, la agroindustria no es una opción que limita otras posibilidades. La especialización agroalimentaria atrae la inversión internacional y permite crear y desarrollar empresas nacionales necesarias para dar mayor densidad al tejido productivo. Al hacerlo, inevitablemente se desarrolla un tipo de diversificación conectada en gran parte con lo específico del patrón de especialización. La especialización agroalimentaria como punto de partida de la diversificación industrial constituye el ancla de la Argentina en la nueva economía mundial.

Jorge Castro , 24/08/2000

 

 

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