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Biocombustibles : una Política de Estado. |
Un interesante artículo publicado por el vicepresidente Daniel Scioli en la edición de "CLARÍN RURAL" del sábado 3 de julio. |
El Senado Nacional está en vísperas de protagonizar un acontecimiento de singular importancia para la Argentina. Con la autoría del senador por Río Negro Luis Falco, y la firma de más de cincuenta senadores, pertenecientes a todos los partidos políticos y que constituyen más de los dos tercios del cuerpo legislativo (algo muy poco frecuente en una iniciativa), fue presentado un proyecto de ley destinado a promover la producción de biocombustibles.
Esto ocurre cuando el mundo entero empieza a asumir la inevitabilidad de la hora de los biocombustibles, en particular del biodiesel, originado en el aceite vegetal, y del etanol, producido a partir del maíz y otros cereales. Esa posibilidad constituye, a la vez, una gigantesca oportunidad estratégica para la Argentina, que es el principal exportador mundial de aceites, y tiene una inmensa potencialidad productiva en materia agropecuaria, hechos ambos que obedecen a la existencia de fuertes ventajas comparativas que es necesario convertir en nítidas ventajas competitivas.
Ya en la década del 70, a partir de la crisis del petróleo, surgió en el mundo desarrollado la necesidad de diversificación de la fuente de energía. Reapareció entonces el paradigma de los biocombustibles. Esa resurrección respondía a un hecho de la Naturaleza: antes del descubrimiento del carbón y del petróleo, la humanidad empleó la bioenergía desde el descubrimiento del fuego. Lo que se quemó, durante muchos siglos, fueron la paja y el fuego. Las velas para el alumbrado, tanto domiciliario como público, se hacían con cebo. Y ese cebo venía de las vacas. En el caso del biodiesel, existía ya un antecedente notable: Rudolf Diesel, el creador del motor que lleva su nombre, hizo funcionar en la exposición internacional de París de 1900 un motor suyo alimentado con aceite de maní.
Pero además del serio riesgo planteado por los límites del aprovisionamiento energético derivado de fuentes no renovables, apareció después, con creciente fuerza, la cuestión ambiental. El calentamiento global reforzó la exigencia de avanzar en el camino de la energía renovable, que supone menos emisiones de dióxido de carbono.
En países como Alemania, Francia, Austria, Italia y Estados Unidos los biocombustibles empiezan a ser considerados como una alternativa, en momentos en que el exceso de emisiones generadas por los combustibles de fuente fósil ponen en peligro las reservas de aire. En estos países, la conciencia ambiental prevalece sobre las constantes variaciones de los precios relativos. Por eso, los estados impulsan políticas activas para el desarrollo de los biocombustibles y suavizar las asimetrías en los costos de producción frente a los combustibles de fuente fósil.
En varios países de la Unión Europea, el gasoil se corta obligatoriamente con un porcentaje de biodiesel. Y en el año 2010, como parte de la política agraria común, todo el gasoil europeo deberá contener un 10% de biodiesel. Enormes plantas de biodiesel empiezan a construirse para abastecer a esa creciente demanda.
Lo mismo sucede con el etanol. En Estados Unidos, tomó un fuerte impulso el desarrollo del etanol a partir de la molienda húmeda del maíz. Funcionan 75 plantas, que elaboran 25 millones de toneladas de maíz (casi dos cosechas argentinas), y hay otras trece en construcción, mucho más grandes que el promedio de las actuales.
En Brasil, después de la puesta en marcha del "Plan Alcohol", quedan ya pocos surtidores con alcohol exclusivamente, pero toda la nafta que se consume tiene algún contenido de etanol de caña. Esto significó una poderosa inyección a la industria azucarera.
La Argentina exporta el 60% de su producción de maíz sin ninguna elaboración. Esa producción, que además está en condiciones de expandirse muy rápidamente, puede dar origen a un combustible limpio y renovable. Y, a pesar de ser el mayor exportador mundial de aceites, exportó el año pasado un 29% de la soja sin procesar. En esos diez millones de toneladas de soja llevaban en la semilla 1.800.000 toneladas de aceite, que podrían originar la misma cantidad de biodiesel, en circunstancias en que, por razones coyunturales, el país se ha visto obligado a importar combustible.
Importa señalar que las mismas compañías petroleras comienzan a interesarse seriamente en los biocombustibles como negocio. Ewald Breunesse, director de negocios de la Shell, declaró públicamente que la firma examina incursionar en los combustibles renovables como el biodiesel y el etanol. Pero esto no sucede sólo con las empresas transnacionales. Petrobras trabaja en un estudio de factibilidad para la instalación de dos grandes plantas de biodiesel en Neuquén, a partir del desarrollo del cultivo de la colza.
El proyecto elaborado por el senador Falco incluye, entre otros puntos importantes, la creación de la Comisión Nacional de Biocombustibles como organismo público encargado del impulso de estos proyectos productivos, la garantía de estabilidad fiscal por el término de quince años para los emprendimientos aprobados por esa autoridad de aplicación y el establecimiento de un porcentaje mínimo del 5% para la utilización de biodiesel en el gasoil y de etanol en la nafta que se comercialice dentro de la Argentina.
Puede decirse que nos encontramos ante una iniciativa de envergadura estratégica, que cuenta con el consenso político suficiente como para colocar a la producción de biocombustibles en el lugar de una de esas grandes políticas de Estado que la Argentina necesita para forjar un porvenir venturoso para todos.
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Daniel Scioli , 05/07/2004 |
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